No puedo evitar decir la palabra hijo con un poco de vergüenza, como quien no tiene derecho a nombrar aquello que no conoce. Es el mismo sentimiento que me cierra la boca a la hora de hablar de hijos ajenos. En cuanto creo que tengo algo que decir sobre si los niños debieran o no comer cierta comida o dormir con sus padres o despertarse al mediodía, veo (o imagino) los ojos de todos los padres y madres del mundo diciéndome: "y que podes saber vos de hijos?; te levantaste algún día a las 2 de la mañana para salir corriendo a la sala de emergencia con tu niño volando de fiebre? Tuviste que amamantar alguna vez a un niño cada dos horas? Cuantos pañales has cambiado en tu vida? No tenés idea de lo que estas hablando.". Y ahí mismito me callo.
Debo reconocer que tienen cierta razón. Es el mismo argumento que uso para criticar a los sacerdotes que disertan sobre el matrimonio. Por lo menos, y en mi defensa, yo alguna vez fui niña y sigo siendo hija, mientras que los curas solo dicen estar casados con Dios, con cuya compañía invisible debe ser bastante fácil de convivir.
Otra palabra que me cuesta nombrar, y no por falta de experiencia sino por cobarde, es infertilidad. Sus letras me chocan como sentencia firme y en contra, como fatalismo y calamidad, como invierno eterno. Me niego a aceptar la situación como permanente, y tal vez sea la niña ilusa y optimista que hay en mi, la que me hace esperar a mi niño cada mes desde hace casi cinco años.
Hoy llego la maldita menstruacion. Merde. No estoy de muy buen humor...
fertilidad infertilidad in vitro inseminacion fecundidad ivf fiv
Chau Mamá...
Hace 10 años.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario