30 de octubre de 2006

Los seguros medicos y los abogados

Mi primer FIV fue en Argentina. Luego de la profunda desilusión del fracaso (el primero es el más fuerte, el más concreto, el más desconcertante), en abril del año siguiente, considerando que todo estaba listo para el nuevo intento, comencé con el nuevo ritual en Miami: pastillas anticonceptivas durante un mes junto con inyecciones de Lupron, que me daban un tremendo dolor de cabeza. Lupron trabaja enviando señales a la pituitaria similares a las que envía el hipotálamo para que produzca FSH y LH, con la diferencia que la dosis es tan alta que la pituitaria de desensibiliza y deja de producir ambas hormonas. Es una forma de engañar a la pituitaria para que deje de trabajar: por saturación. Lo peor de todo fue cuando me dijeron que me tenía que poner yo misma las inyecciones, cada mañana, en la barriga. La mire a la enfermera con cara incrédula y, mientras me acomodaba la mandíbula, le pregunte “inyecciones yo?”. Obviamente la señora ni se molesto en contestar tan profundo pensamiento y trajo sus agujas, jeringas y frascos para comenzar las lecciones.

Al comenzar la siguiente menstruación, comenzó el verdadero tratamiento de estimulación hormonal. Y como dice mi madre “no quieres caldo, pues toma tres tazas”, es decir, si me asustaba darme una inyección diaria, terminé poniéndome tres por día y hasta cuatro, hacia el final del proceso. Vale aclarar que, al igual que la pituitaria y por saturación, termine insensible a los pinchazos y me los aplicaba como quien se aplica una crema humectante por la noche y por la mañana. Quien me hubiera dicho que varios meses mas tarde llegaría a ponerme hasta una inyección intramuscular en la cola mirándome al espejo.

Resulta que en este país de “hágalo-usted-mismo” estas a merced de tus propias habilidades, cosa que no me parece tan mala si una esta hablando de pintar el garaje o llenar el tanque de gasolina, pero que me da escalofríos si se trata de llenarte la panza de agujeros. Imagine que algún día, a fin de abaratar costos de seguro medico, le entregarían al paciente un set de herramientas médicas y media docena de embriones listos para ser transferidos en la comodidad de su hogar. El hecho es que no hay clínica ni enfermera que te ponga una inyección, a menos que estés internada, y la culpa la tenemos los abogados. Pacientes demandando a doctores, doctores demandando a compañías de seguros, compañías de seguro demandando a doctores y abogados oportunistas engordando sus cuentas bancarias; esa es parte del panorama de la salud en Estados Unidos en el siglo veintiuno. Las estadísticas dicen que la mayoría de las demandas son favorables a los médicos o enfermeras ya que normalmente no hay negligencias, pero mientras tanto, y en la búsqueda por parte del abogado de su billete de lotería ganador, preciosos recursos se han invertido en el camino que hacen que, no solo la salud sea mas cara sino que médicos y enfermeras tomen un papel defensivo en la aplicación de la medicina.

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