25 de febrero de 2010

Llantos nocturnos

Dice mi esposo que esta noche se levantó a la una de la matina porque el nene lloraba y yo roncaba como marrana (tenemos un acuerdo por el cual yo me levanto por las noches y él lo cambia por las mañanas). Lo levantó, lo acunó un poco y lo volvió a poner, dormido, en la cuna. No puedo creer que no haya escuchado llorar a Maxi y sólo puedo pensar que: 1.- O. está inventando la historia para no levantarse a la mañana, 2.- mi nivel de cansancio es más grave de lo que imaginaba o 3.- me estoy quedando sorda.

Normalmente la escena se desarrolla así:

(Maxi) ¡Buuuuaaaaaa!!!
(Maxi) ¡BUAHHHHHHH!!!
Yo me levanto, lo paseo, lo calmo y cuando se le pasan los suspiros, lo vuelvo a dejar en la cuna. Si el llanto persiste, es que significa hambre y le doy una mamadera. Luego, regreso a mi cama.
(O) ¿Qué tenía?
(Yo) Y yo qué sé.
(O) ¿No te dijo?
(Yo) Sí, me dijo ¡BUAHHHHH!!!!! ¡ME DESPERTE Y NO ESTABAS ACA!!!! ¡BUAHHHHH!!! ¿POR QUE NO ESTABAS ACA CONMIGO???? ¡BUAHHHH!!

Tiene que ser muy desconcertante para un bebé dormirse en brazos de alguien y despertarse arriba de un colchón. Es como si nosotros nos acostáramos en la cama y nos despertáramos, a las tres de la mañana, a oscuras, en el suelo de la cocina, sin saber cómo diablos hemos llegado hasta ahí. Algo extraño. Aunque, según O., yo agarraría el repasador de almohada y seguiría durmiendo…


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18 de febrero de 2010

Apuntalando la memoria


Este es un mero ejercicio de memoria. Los recuerdos son una parte importante del alma y no quiero olvidarme de nada de lo que me ha pasado en la vida. He vivido muchas cosas lindas y unas poquitas que no lo fueron tanto. Viajar ha sido y es uno de mis mayores placeres y me enorgullezco de haber plantado el pie en tantos países que me hicieron ver la vida de otra manera. Además, si algún día mi hijo lee este blog, quiero que se entere que su madre no siempre fue una vieja chota y una pesada que sólo sabe decir “abrigate bien”.

Países que algún día pisé, viví o recorrí (no por orden cronológico ni alfabético sino ligeramente geográfico):

1. Argentina. De mis amores. Nacida y crecida al arrullo del tango (en la radio), el pop inglés (en mi pasa-casettes) y el pasodoble (en la voz de mi madre). Lo recorrí con Claudia de arriba a abajo; nos faltó Ushuaia…
2. Uruguay. Sólo Punta del Este, un fin de semana.
3. Chile. Santiago, por trabajo.
4. Brasil. Camboriu y Florianópolis. En colectivo desde Buenos Aires; un garrón. Eramos adolescentes. Nos supo a gloria. Sao Paulo, por trabajo.
5. Bolivia. La Paz y el soroche. El lago Titicaca, la Isla del Sol y de la Luna.
6. Perú. Camino del Inca (aún me falta el aire, cuando me acuerdo), bello Cuzco. Lima. El ceviche.
7. Venezuela. Un país donde siempre vuelvo. Caracas, Puerto La Cruz, delta del Orinoco, La Guaira, Los Roques, la costa oeste y la guarapita. Mi diccionario venezolano incluye: arepas (reina pepeada, mi favorita), arrecho, cachapa, catira, conchale, chévere, chimbo, joropo, maracucha, pana, pasapalos, sifrino y vaina.
8. Colombia. Bogotá, Medellín y Pereira. Cumbia y ballenato.
9. Panamá. Sólo el canal
10. Costa Rica. San José. Cuando quise ir al volcán Arenal, me dio una infección al riñón y tuve que agarrar el primer avión de vuelta a casita.
11. Honduras. Tegucigalpa. Aún recuerdo con pánico lo estrecho de su aeropuerto. Comayagua. Adoro esa cerámica blanca y negra (Lenca) y solo volvería para comprar kilos de ella. También iría a las ruinas de Copán.
12. Guatemala. Tikal, ciudad de Guatemala y la bella Antigua.
13. México. Dos años de mi vida, numerosas visitas y cuates, me hacen acreedora a, por lo menos, una placa de visitante honorable. Cancún, Riviera Maya, Tulum, Chichén Itza, Mérida, Cozumel, México DF, Puebla, Acapulco, Teotihuacán, Cuernavaca. Chiles en nogada, enchiladas con mole, arrachera, tampiqueña, tacos al pastor, guacamole, frijoles refritos y quesadillas. Me queda aún tanto por ver… Las mariposas monarca, San Miguel Allende, las ballenas de Baja California, el rancho de Diana, en Tampico, Puerto Vallarta, comprar cerámica en Oaxaca y plata en Taxco.
14. República Dominicana. Santo Domingo, Punta Cana y el merengue.
15. Puerto Rico. San Juan, los casinos, el morro, el viejo San Juan, Río Grande.
16. Cuba. La Habana, La Bodeguita del Medio, la salsa y Varadero.
17. Bahamas. Una conferencia a la que asistí en Gran Bahama, Paradise Island y el Hotel Atlantis.
18. Curacao. Unas horas en Willemstad, la capital.
19. Jamaica. Una conferencia en la que fui de participante en un panel. No vi ni la playa.
20. Estados Unidos. Más de quince años. Diecisiete estados visitados para terminar viviendo en la capital del café cubano y los mojitos. Paraíso de las compras y mi tercera nacionalidad. Si no tuviera que trabajar, viviría en California.
21. España. Mi segunda casa; por nacionalidad, parentesco y afinidad. Las aristocráticas y agrestes playas del norte, las playas extranjeras del sur; el arte andaluz, la soberbia y divertida Madrid, la austeridad catalana, las calas de Mallorca, la marcha de Ibiza y la sobriedad castellana. El pincho de tortilla, la paella, el arroz negro, el pa amb oli, las ensaimadas de Ca’n Joan de Saigo, las cocas y el frito, el jamón pata negra, las aceitunas con anchoas, el cocido madrileño, el fideua, el chorizo colorado, el queso manchego, los callos, las mantecadas de Astorga, los vinos de Rioja y el cochinillo de Segovia.
22. Portugal. Lisboa y el fado.
23. Francia. La jactanciosa Paris, las playas de Niza, Mónaco. Los vinos, el queso Brie, las crepes y el baguette.
24. Italia. Bella Venecia, Florencia y Milán. Muero por ver Roma y el resto de la Toscana, la costa de Amalfi.
25. Inglaterra. Londres, moderno y tradicional. Tengo pendientes la campiña inglesa y Escocia.
26. Suiza. Zurich, de pasadita nomás.
27. Bélgica. Bruselas; el encanto de Brujas y sus canales.
28. Holanda. Amsterdam, cosmopolita, políglota, austera y moderna.
29. Alemania. Colonia, Munich. El castillo de Newshcweinstein.
30. Austria. Viena, Salzburgo, Insbruck.
31. Turquía. Estambul, el Gran Bazar, la Mezquita Azul, Santa Sofía, Topkapi. El té de manzana, Ankara y Capadocia.
32. Hong Kong. Victoria Peak, las máscaras de la opera china, el hotel Península, el té ingles, el templo taoista de Wong Tai Sin, en Kowloon, los inciensos y las que leen el futuro en las palmas.
33. India. Caótica, artística, dura, amigable, misteriosa, histórica, mística. Bombay, Rajastán, Benarés y el Ganges.
34. Nepal. Katmandú, los templos budistas, las stupas, los Himalayas, la plaza de Dubar, Swayambhunath Stupa, el restaurante Krishnarpan, en el hotel Dwarika con sus shows y sus cenas de doce platos.
35. Kenya. Mombasa, Masai Mara, el Kilimanjaro, Amboseli, Lago Nakuru. Los elefantes, leones, rinos, leopardos y chitas.
36. Sudáfrica. Ciudad del Cabo, bella y cosmopolita; Durban, el Parque Kruger. Los leones, las ballenas, los pingüinos, el tiburón blanco; los viñedos y el Malva pudding.


Queda tanto por explorar. La mochila ya la regalé a mis sobrinos (ahora prefiero valija con rueditas) pero aún no colgué los hábitos andariegos. Me pregunto si Maxi y O. me aguantarán cuando, con bastón y trescientas arrugas, quiera sacarme un pasaje a Timbuktu…


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11 de febrero de 2010

Ya estaba extrañando los médicos

Tengo un turno para una histerosalpingografía a fin de mes. No es algo que espero con gran alegría pero tampoco la recuerdo con pavor. Dado el nacimiento prematuro de Maxi, el médico nos aconsejó el estudio para ver si todo está en orden y saber qué es de la vida del “septum”, antes de pensar en transferir más embriones.

Lo digo con miedo y expectación a la vez. Tener otro hijo y darle un hermano a Maxi sería la cereza que corona la copa helada pero…cuando todo está tan perfecto ¿Por qué arriesgarse a que algo salga mal? Y la lista es larga. Coágulos, cesárea, edemas y sobre todo, volver a sentarme al lado de una incubadora. ¿Y si en lugar de nacer a las treinta y tres semanas, nace a las veintiséis, con un apenas incipiente desarrollo físico?

El doc dice que los partos prematuros son más frecuentes cuando son los primeros pero yo ya estuve mucho tiempo del lado equivocado de las estadísticas y no quiero volver.

Cualquiera diría que, dado mi historial con la infertilidad, tampoco debiera preocuparme mucho, ya que de la transferencia de embriones al embarazo hay un abismo. Al fin y al cabo, transferimos tres de los mejores embriones y sólo prosperó uno. Y sin embargo… creo íntimamente que es, por lo menos, posible. Estoy convencida que la heparina hizo la diferencia para que llegara Maxi; los brillantes médicos y biólogos de California hicieron el resto. Entonces… ¿Por qué no?

El hecho es que los embriones están allí, fresquitos, esperando nuestro regreso y por más vuelta que le demos, ahí no se pueden quedar. Habrá que cerrar los ojos, respirar hondo, retener la respiración y tirarse a la piscina. Espero que tenga agua.


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3 de febrero de 2010

La felicidad se compone de momentos felices

Acabo de darle la leche en la cama. Se quedo dormido encima de mí. No en brazos, ni acurrucado; boca arriba, con los brazos abiertos en cruz, la cabeza sobre mi esternón, ligeramente inclinada hacia mi brazo derecho y las piernas arqueadas como rana. Pipón, satisfecho y relajado. Después de una semana de fiebres, bronquios tapados y nebulizaciones, por fin, su respiración suena tranquila. Sin ruidos ni afanos. Le saco el pelo de la cara. Recorro su perfil con la sombra de la yema de los dedos, apenas rozando su piel. Aspiro el olor de su cabeza y memorizo cada rincón de su cara, cada curva de sus cachetes. Aún me parece un milagro que este acá, con nosotros. Y sé que todos los hijos se te van escapando de las manos con el tiempo; por eso quiero recordar cada segundo que estoy con él. Antes de que corra, antes de que gatee para descubrir el mundo sin mí, lo tengo cautivo, cómodo y despatarrado con abandono sobre mi barriga. Es un momento feliz.

Estaba pidiendo presupuestos para sus dentaduras postizas pero hoy le ha salido, finalmente, su primer diente.


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