22 de enero de 2010

¿Quién cree en el mal de ojo?


Tuvimos el inicio de año mas frío en décadas. Maxi, que no sabía lo que era una ventisca, fruncía el ceño y me miraba, mientras se movía, molesto, debajo de sus trescientas capas de abrigo. En las noches, dormía incómodo, se doblaba, renegaba con fantasmas y daba vueltas a su cabeza cada quince segundos. Cada hora, despertaba llorando y no se calmaba hasta que no estaba en brazos. Volver a ponerlo luego en la cuna era misión imposible, con sus manos prendidas a la ropa, cual garrapata. Otro tanto pasaba durante las siestas.

Debe ser el frío” dice O., con tono dudoso, después de verlo abrigado en su cuna y con calefacción central.
Ya lo tienen malcriado, y sólo quiere dormir en brazos”, dice mi padre, a diez mil kilómetros.
"Son los dientes" dice mi madre, sin hacer caso al hecho que, cuando estaba despierto, el niño no parecía tener nada.
Este nene esta ojeado” dice su niñera.

Después de arrastrar mis ojeras durante más de una semana, hamacándolo hasta el cansancio supremo durante un tercio de cada noche (no quería ni acostarse con nosotros, sólo mecerse entre mi piyama o el de su padre), cualquier explicación me pareció coherente. Y yo, que no soy supersticiosa, llamé a mi marido y le dije:

- Sabrina dice que Maxi esta “ojeado”. Que hay que rezarle no se qué, mientras se le pasa un huevo.
- ¡Ah!! ¡Eso es! – dijo, en tono casual - Pará que la llamo a mamá
- ¿Y qué va a hacer tu mamá?
- Llamarla a su prima en Bahía Blanca, que es buenísima para curar esas cosas

En un abrir y cerrar de ojos, se armó una conexión internacional de brujas y curanderas a distancia, en la que todas rezaban sus oraciones mágicas, mientras Maxi jugaba con sus cubos apilables, ajeno al revuelo que había armado.

No sé si fue casualidad, que la temperatura comenzó a elevarse o magia de la buena, pero a partir de esa noche se acabaron los llantos y las levantadas. Diez días más tarde, Maxi duerme once horas de un tirón (sale a la madre) sin mover una pestaña y se despierta hablando con los animalitos de su cuna.

¿Creer o reventar? Yo, como dicen los de Galicia, “meigas (brujas) no existen, pero haberlas, hailas…”

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