29 de julio de 2009

Premios Blog del Dia

Hoy salí elegida para el Premio Blog del Dia.
Vean acá la entrevista que me hicieron: http://www.blogdeldia.org

22 de julio de 2009

Una noche más

Poca cosa y mucho sueño. Algunas noches las sobrevivo con dignidad; otras, como la de hoy, arrastro mi alma a cuestas como un condenado carga su cruz hasta el calvario. Dormir unas cinco horas cortadas no es la mejor fórmula para tener las neuronas despiertas y el ingenio legal avezado. Tampoco garantiza las buenas relaciones laborales ni familiares ya que quienes me conocen, saben que con sueño soy insoportablemente chinchuda y enojosa.

No es culpa de Maxi, el pobre es un santo; es, solamente, como se sucedieron los hechos. Comió a las diez de la noche y se durmió; yo me acosté alrededor de las once y media y dormimos hasta las dos de la matina. Pasear hasta la cocina, calentar la mamadera, darle de comer (evito las cambiadas de pañal de las tres de la mañana, para no despertar al indio), sacar provechito y tenerlo un rato en brazos para evitar el reflujo. Vuelta a la cama y a la cuna, madre e hijo respectivamente: tres de la mañana. Me desperté a las seis menos veinte con los quejidos del gordito, exigiendo su ración. O. se levantó a darle de comer pero ya no me dormí. Cerré los ojos con fuerza para apurar el trámite y el niño comenzó a llorar. ¿Será un aire atascado en algún rincón de su sistema digestivo? ¿Será disconformidad con la posición? ¿Será que abrió los ojos y no le gustó el piyama que le puse? Aaah, las incógnitas que genera el comportamiento infantil son infinitas. A partir de allí, nadie durmió en esa casa. Paseos en brazos del padre; paseos en brazos de la madre. Eventualmente, y a cinco minutos de sonar mi despertador, el niño se durmió profundamente y se quedó, feliz, en su cuna.

Yo, a la ducha y al yugo. El padre, unos minutos más tarde tuvo que hacer lo mismo. Maxi siguió durmiendo a cargo de los abuelos hasta que a las diez, según cuentan, se desperezó con una sonrisa y dijo “buen día, ¿qué hay para desayunar?



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15 de julio de 2009

Nostalgias

¡Finalmente Maxi se dejó engatusar y lo pude cargar en mi mochila!! Aún no me decido por un fular/bandolera (no encuentro surtido en las tiendas y me cuesta decidirme con una mera foto de Internet; se ven tan complicados…) por lo que compré un adaptador infantil para mi mochila Ergo (una especie de “colchoncito” que se coloca alrededor del bebé. El gordito presentó su formal protesta al embucharlo al lado de mi panza, pero a los treinta segundos de empezar a caminar, ya estaba dormido. A ver si con el peso extra, me saco los cinco kilos que aún me sobran.

En otro orden de cosas, esta mañana, mientras venía a la oficina, se les ocurrió pasar en la radio un especial de Donna Summer. “She works hard for the money / so hard for it honey”. Me reía mientras cantaba a grito pelado las canciones que tanto disfruté de adolescente, en aquellos tiempos en que mi mayor preocupación era planear con mi mejor amiga, a donde íbamos a ir a bailar el sábado y que ropa nos íbamos a poner. “Choo- chooo-aaaa- pipiii”. Eran épocas de permanentes y hombreras. “Looking for some hot stuff baby this evening / I need some hot stuff baby tonight”. Y me pregunto por qué no hay ningún grupo en la actualidad que alborote mis emociones como lo hacen Donna o Gloria Gaynor, Supertramp, Phil Collins, Pink Floyd, Queen, Air Supply, Eurythmics, Bee Gees, Police.

Dicen que los olores van íntimamente ligados a los recuerdos y yo diría que la música les pone fecha. Y sospecho que no es la música disco la que me entibia el corazón, sino que es la época asociada a esa música, la que me hace vibrar. Es el mismo motivo por el cual las amistades de la temprana juventud son más intensas que las de ahora. Porque cuando cierro los ojos y canto esas letras, soy joven otra vez. Y estoy en Opus, en el piso de arriba, asomándome al balcón, con mi blazer de terciopelo negro. Y me doy vuelta y le pido a Claudia, que vino hoy con sus botas blancas, si me presta su cinturón dorado para el próximo fin de semana…



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8 de julio de 2009

Un día en la vida de Maxi


3:00 AM Cambio de pañales, toma la leche con los ojos cerrados y vuelta a dormir
6:30 AM Cambio de pañales, toma de nuevo la leche con ojos cerrados y a dormir
9:30 AM Cambio de pañales, toma la leche con ojos llenos de lagañas y me llena de “aajooos”
10:00 AM Se adormila en su mecedora, con música clásica de fondo, mientras yo lavo, esterilizo, ordeno y desayuno
11:00 AM Roncando
11:30 AM Despierto y mirando curioso, a ver quien lo levanta
12:00 PM Llanto, paseos en brazos de su madre, risas, ejercicios de cuello y vuelta a la cuna, mientras caliento la mamadera y preparo algo de almuerzo
12:30 PM Cambio de pañales, toma la leche y se queda sentado conmigo, mientras miro “Desperate Housewives”. Intercala comentarios durante la propaganda, como “uuuu”, “goooo” o “aaaa”.
1:30 PM Mecedora, llanto y se queda dormido, boca abajo, en brazos del padre.
3:00 PM Despierto y llorando; se queda dormido de nuevo, esta vez en brazos de su madre. Aprovecho a cortar sus uñas, que parecen navajas.
3:30 PM Despierta y pide, cortésmente, su comida
4:00 PM Duerme la siesta, luego de devorar su mamadera
6:30 PM Se despierta y despereza. Juega con sus manos y patalea.
7:00 PM Hora de su siguiente mamadera y pañal limpio.
9:30 PM Cambio de pañales, toma la leche y se queda sonriendo, pipón y en brazos, con los ojos entornados.
11:00 PM Dormido profundamente.

6 de julio de 2009

Si fuera música, sería una samba

Maxi tiene pocas fotos de su estancia en cuidados intensivos. Entiendo, como ya me lo han dicho, que también es una parte de su vida, pero no soy muy amiga de celebrar los momentos difíciles. Escucho vagamente todas esas ideas progresistas de que son dichos momentos los que ayudan a crecer, que la vida tiene todas las caras de una moneda y que decidimos antes de nacer, aquella vida que queremos; luego, doy media vuelta, echo en una hoguera todas las lágrimas y salgo buscando el carnaval carioca más cercano. No nací para heroína ni para escribir tangos.

Me pasa algo parecido con la puta infertilidad. Se que está ahí; que es parte de la caricatura con la que me tocó nacer, así como mis dientes torcidos o mi habilidad para retener líquidos, y sin embargo, prefiero no mirarla más de frente. Aún no me recupero del susto que me dió cuando salió del armario por primera vez y de todas las veces subsiguientes en las que me hizo llorar. Sigo, con orgullo ajeno, la lucha de muchas mujeres con coraje, pero evito verme envuelta en ese torbellino feroz, gambeteando foros, artículos de prensa o libros recomendados. La vida es corta y ese tipo de heridas son de cicatrización lenta. Algunas de quienes me leen, sabrán de qué hablo.

Prometo que volveré un día no muy lejano, cuando la cicatriz de la cesárea sea más llamativa que aquellas otras del corazón y haré de porrista para todas aquellas mujeres que necesitan un empujón para seguir caminando. Porque somos del mismo club y puedo imaginar lo que pasa por sus corazones. Y porque estas espaldas pueden ayudar a cargar el peso del camino.

Mientras tanto, me sigo asomando con incredulidad por encima de la cuna y saco toneladas de fotos de Maxi al despertar, con dos sonrisas de oreja a oreja. La mía y la suya.


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