29 de octubre de 2008

Semana Once

Tengo algo de dificultad para abotonar las camisas y los pantalones. Como si, últimamente, alguien me hubiera inflado. No es una panza de embarazo decente, sino una especie de hinchazón; tampoco es panza de gorda (a pesar que estoy comiendo como si cargara quintillizos) porque es dura y sin rollos. Hace un par de días me miraba al espejo de perfil y trataba, infructuosamente, de meter la panza para adentro, aguantando la respiración, mientras O. refunfuñaba alrededor, quejándose de mis contorsiones.

- Baby –decía yo, mirándome el ombligo- tu papá me está peleando...
- Baby –contestaba O.- ¡tu mamá te está queriendo aplastar como un matambre!

Y acá seguimos, contando las horas que nos separan para ver a Baby en la translucencia nucal. Mañana a esta hora ya nos habremos saludado desde la pantalla. Mientras tanto, y siendo ésta semana de Halloween, vuelvo a publicar el Conjuro Cuasi-Celta que tan buen resultado me dió el año pasado; a ver si este año embarazamos a unas cuantas más.

Búhos, lechuzas, sapos, endocrinólogos, andrólogos y brujas.
Demonios, diablos, conejas fértiles, espíritus de los ovarios poliquísticos.
Cuervos, abogados, vendedores de Puregon y otros hechizos de la Madre Fértil.
Galenos inútiles hinchados de ganar dinero, agujas subcutáneas.
Mal de ojo, implantación fallida, hiperestimulación ovárica, truenos y rayos.
Ladrido del perro tuerto, semen sin uso y pata del conejo.

Pecadora lengua de baja respondedora casada con hombre viejo.
Infierno de espéculos y murciélagos saltarines, enfermeras insolentes, gata negra preñada y en celo; punciones sin anestesia.
Ovarios inútiles, endometriosis severa, betas negativas, maullar de gato sucio.
Consejos inoportunos de parientes curiosos; ecógrafos y lagartijas.

En las llamas de este fuego que se asemeja al del infierno, los quemaré a todos sin piedad y huirán las brujas en sus escobas, yéndose a bañar a la playa de las arenas gordas.

Oigan los rugidos que dan los que no pueden dejar de quemarse, quedando nosotras libres de los males de nuestra alma y de toda maldición.

Fuerzas del aire, tierra, mar y fuego, les hago esta llamada: si es verdad que tienen el poder de la Naturaleza, aquí y ahora, los invoco para que los espíritus de la Fertilidad no se despeguen de nuestra casa por muchos años y que a todas las mujeres de vientres vacíos, les lluevan niños con rostro de ángel.”




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24 de octubre de 2008

Lista de Blogs

Si alguien quiere que añada su blog a la lista que figura aquí en el blog, sólo chifle (es decir, déjenme un comentario con la dirección del mismo)

(NOTA: blogs porno y blogs republicanos, por favor, abstenerse)

21 de octubre de 2008

Semana Diez

Todo sigue igual y me gustaría saber si es cierto que aún sigo embarazada. Hablo con Baby por las noches y le pido que me mande alguna señal, pero es sabido que los hijos nunca escuchan a sus madres. El resto de la familia parece ya estar pensando en pañales, mientras O. y yo seguimos bailando la danza de la buena fortuna y quemando ruda para ahuyentar las desgracias. Menos mal que todos viven a seis mil kilómetros de distancia.

Si la vida fuera justa, ésta debería ser, finalmente, nuestra oportunidad de ser padres; pero sé que casi nadie tiene lo que se merece. Alguien dijo que cuando la vida es justa, normalmente es una coincidencia. Si una se fija bien, el Destino casi siempre te da de más o te da de menos, como una cajera que no sabe contar; y si bien muchas veces me ha tocado recibir algún dinerillo extra, otras veces me he quedado con las manos vacías y cara de desconcierto.

Suelo tener bastante suerte. Recuerdo cuando era pequeña, si mis padres ponían algo a sorteo entre mi hermana y yo, me saltaba una sonrisa de satisfacción porque sabía que, inevitablemente, como el número dos le sigue al uno, saldría favorecida en el sorteo. Sin excepción. De todas formas, no confío en el Destino. Sigue siendo desleal y traicionero. Me pregunto por qué, entonces, el sentido de la justicia se encuentra tan enraizado en nuestro corazón. Cada individuo, sin importar raza ni condición social, brama por justicia como si fuera un derecho primario; como si habláramos del derecho a la vida, a la dignidad o a la libertad. Si los individuos ni la sociedad son justos, la vida no lo es y Dios tampoco, ¿a quién le reclamamos tamaña virtud? Ni Platón ni Kant concebían una sociedad sin justicia; Jesús hablaba de una justicia basada en el amor y para Aristóteles, era la virtud perfecta. Y sin embrago, no hay imperativo categórico ni filósofo brillante que nos salve de una pésima mano en la baraja.

Y así como siempre compro el seguro que me ofrece el croupier cuando da vuelta un as en el “black jack”, así sigo buscando yo un poste de donde agarrarme en caso de huracán. Mientras tanto, sigo silbando bajito y mirando al techo distraídamente, para que el Destino no se entere que soy feliz.


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15 de octubre de 2008

Semana Nueve

En realidad fue ayer, pero el día fue muy corto como para incluir un rato de ocio en la computadora. La mañana fue un tanto caótica en la oficina y me pasé la tarde en la sala de espera del ginecólogo/obstetra. Llené muchas planillas y ví pasar muchas panzas redondas. La mayoría de ellas vienen rodeadas de un aura inconfundible, una mezcla de parsimonia con complacencia; como si vivieran en un mundo donde el tiempo fuera un accesorio opcional y las panzas gordas fueran atributos reales. Nunca me gustó ese halo distintivo pero pensé que, ahora que soy socia del club, sería más tolerable. Mmm… no, sigo repeliendo ese tufo. Debe ser, quizá, que sólo tengo nueve semanas…

Aunque el doc me atiende desde hace como diez años, era mi primera visita como embarazada (gracioso y extraño me sigue resultando este calificativo), así que revisamos todo el historial clínico, me recomendó un antiácido, me dió instrucciones para la translucencia nucal y frunció el ceño con la decisión de mi hematólogo de darme Lovenox hasta después del parto.

No me dijo nada que no supiera acerca de las complicaciones de los partos con heparina y me pidió que tenga una consulta con un perinatólogo, especializado en embarazos de alto riesgo, para tener una tercera opinión. Aún es pronto pero, luego de meditarlo bien y en unos meses, decidiremos todos en cónclave, el obstetra, el peri, el hematólogo y nosotros dos, si tenemos un parto normal o lo sacamos al Baby por la oreja derecha. Hey! sin ir mas lejos, ayer me contó O. que ahora operan coágulos cerebrales desde la ingle.

Y me despido con una foto de mi última escultura tallada en calabaza. Si ésto no asusta a mis vecinos, les hablo de cesáreas con anticoagulantes.

10 de octubre de 2008

Ay, cómo crecen los chicos…

En realidad, es el chico o la chica. Tanto el Baby como su madre se encuentran en perfecto estado de salud, muchas gracias.



En la medición, el Baby salió bien crecidito para su edad: ocho semanas y tres días y 1.79 cm. Nos saludó con una sonrisa y con 178 latidos por minuto. Va como una locomotora; ahora me explico por que yo ando, dos por tres, con taquicardia.

Y sueño. Y pérdida de memoria...

¿Les conté que hoy tuve una ecografía?

7 de octubre de 2008

Semana Ocho

Hoy, las hormonas me dieron la peor de las noches. No sólo tuve que levantarme tres veces al baño, sino que casi no pude dormir a causa de las nauseas y la acidez estomacal. ¿Por qué será que todo eso sucede en cuanto apago la luz? Por lo menos, le alegro la vida a O., que ve en mis desventuras, un embarazo más real.

Mi padre, que es un hombre muy sabio, dice que el miedo es libre, así que cada cual tiene el que quiere. Cuando una recién vio a su Baby en la pantalla y se trajo una foto de souvenir, es fácil creer en los milagros. Con el paso de los días, las imágenes se van desdibujando y la alegría va cediendo paso a la duda. Por último, la duda se transforma en miedo y una no sabe si está verdaderamente gestando algo, y de ser cierto, si ese algo en lugar de parecerse a una propaganda de Johnson, no se asemejara más a uno de los personajes de Diane Arbus.

Y cada cual maneja su miedo como le da la gana, debería ser la última parte del dicho de mi padre. O. prefiere no hablar del tema, no soñar ni mirar más adelante de sus próximas veinticuatro horas. Si la ansiedad ataca, se enfrasca en su trabajo o se va al gimnasio, pero si le hablo de Bugaboo o de niñeras, le sube la presión a doscientos veinte.

Yo, por otra parte, prefiero no mirar al miedo a la cara. Sé que esta ahí, como un elefante pintado de verde, adentro del dormitorio, imposible de ignorar; pero miro para otro lado y navego por Google buscando ropa de embarazada, carritos de bebe y colegios. Ya tengo, en mi mente desvelada, su habitación decorada y la decisión de rodearlo de un ambiente orgánico, libre de tintes y hedores tóxicos y pesticidas, por lo menos, durante su primer año. Sé la escuela donde lo llevaremos a aprender natación, cuando tenga seis meses, y tengo una pila de libros sobre embarazo y recién nacidos. Y si la Catástrofe llega, que me quiten lo bailao.

Mi madre me dice: “no te quejes; en mi época, no sabías nada hasta que nacía…”. Y yo pienso que, en su época, hubiera abierto un agujero por el ombligo, para instalar un telescopio.



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