31 de diciembre de 2009

¡FELIZ 2010!!!!




Aquí van algunas fotos de mi famoso árbol de Navidad. Es de pino natural y me enorgullezco de decorarlo cada año. Tiene muchos adornos de cristal; ya veremos que hago el año que viene, con el indio corriendo por toda la casa...


Aqui está Maxi abriendo, risueño, los juguetes de Papá Noel. Siempre recordaremos el 2009 como el año que nos trajo esta enorme bocanada de luz a nuestra casa.



En el último día del 2009, les deseo a todos que el destino les traiga muchos momentos felices en el año que viene y mucha fuerza para sobrellevar los que no lo son tanto. ¡Bienvenido 2010!!!!!

24 de diciembre de 2009

Feliz Navidad



(cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia... El gordi ya me rompió dos bochas)
Les deseo un día muy, muy feliz con sus seres queridos. Que lluevan los embarazos para todas aquellas que los esperan y que seamos todos algo más felices, aunque sea "de a ratitos".
Un fuerte abrazo.

17 de diciembre de 2009

Vuelta al blog

Pucha, esto de escribir y los blogs es como el sexo: entre más tiempo te alejás, más pereza da volver…

En fin, tuvimos un viaje difícil, emocionante y cansador. Se confundieron el llanto, el sueño, las sonrisas, un entierro, un bautismo, varios cumpleaños, un cura gritón, otro cura simpático, una bonquiolitis, papillas, un quiropráctico alemán que puteaba a Perón, varias peleas familiares, frío, calor, regalos, almuerzo frente al mar, llantos de bebé, abrazos de amigos, besos de decenas de desconocidos y una misa. A veces, en el mismo día. Aún no nos reponemos del susto.

Maxi viajó para allá como un rey, en su cuna de Lan Argentina (un poco apretado el trono, pero sirvió). Volvió llorando, con tos y ojos rojos. Dormía a ratos arriba de mí y lloraba unos minutos en brazos de O., quien, en sus esfuerzos por calmarlo, mereció el elogio de una pasajera: “good daddy!” (buen papá!). ¡Ja!! Eso porque él estaba sentado en el pasillo y a mí no me veían! Me daba pena por los pasajeros de nuestro sector, a quienes les dificultábamos el sueño. Creo que, con la cabeza escondida debajo de sus asientos, también lloraban. Al llegar, fuimos derechito al doctor y nos encontramos otra vez con nuestra amiga, la bronquiolitis. Nebulizaciones y afines siguieron esa semana.

Ya estamos todos bien. Maxi es super glotón y tanto devora un brócoli como un puré de banana; pasando por filet de pescado, remolacha con manzana o lentejas con zanahoria. Me fijo mucho que su dieta sea variada y orgánica. Nos encanta verlo comer; hace “Hmmm…” después de degustar cada bocado, como si le diéramos caviar de Beluga. Mi suegra me veía preparar sus papillas de manzana u otras frutas y me preguntaba:

- “¿y no le vas a poner azúcar?”
- “no, el azúcar es malo para el cuerpo; esta lleno de químicos y es adictivo” (por no mencionar que arruina el páncreas, el sistema endocrino, los dientes, produce hiperactividad y aumenta la acumulación de grasas, por ejemplo)
- “pobre Maxi…”

Estoy convencida que cuando estaban a solas, le daba torta de chocolate, para que no “sufriera”. Mi mamá pensaba lo mismo...

Armamos su primer árbol de Navidad (prometo foto) y cada vez que pasamos por delante, le “habla”. “Engeiammm” “Ainomm” “Ggrraaaaii” son sus epítetos favoritos. Ahora que lo pienso, su lenguaje parece una derivación de los Mitos de Cthulu. Si Lovecraft fue admirado por Azathoth y Tsathoggua, no veo por qué mi hijo no pudiera estar creando un universo paralelo lleno de temibles “Nggeianns” y sumisos “Ajjjjjjjjjs”.

Le pedí a Papa Noel un sillón nuevo, porque la antigüedad que tengo hace ruido por todos los rincones, tiene los almohadones deformados y apenas sobrevivió a los vómitos de Maxi de los primeros cinco meses, pero el gordo siempre se hace el sota y me trae algún perfume raro. Como si no supiera que yo uso el mismo desde que tenía quince años.

Mi propósito principal para el 2010 es hacer algo de ejercicio físico estructurado. Es decir, levantar a Maxi y sus casi nueve kilos no cuenta. Empujar el carrito del super tampoco. Estoy en campaña para buscar tiempo y gimnasio; lo ultimo más fácil que lo primero, dicho sea de paso. Ayer tuve una conversación surrealista con un tarado con músculos, en un gimnasio, que empezó de la siguiente manera:

- “¿Qué te gusta hacer a vos?” (sonrisa Colgate)
- “nada, dormir cuando tengo un rato libre
- “ahh…” Silencio, cara de desconcierto y risita incómoda. El resto es para otro post…

Para las atletas que aún me leen (si es que todavía queda algún lector…); ¿qué me recomiendan hacer?



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9 de diciembre de 2009

Regalo de Navidad

Esto es lo que me regala mi esposo para Navidad:



Mi amor, no te hubieras molestado... Pero ya que te molestaste, jeje









Pucha, y ahora me cagó con el regalo... ¿qué se le regala a un tipo que le acaba de regalar a una un BMW???

11 de noviembre de 2009

Noticias tristes

El papá de O. está muy grave y estamos saliendo de urgencia hacia Argentina. Estamos tristes. Estaré desconectada del blog hasta fin de mes pero les agradezco que recen mucho por él.
Fuerte abrazo.

3 de noviembre de 2009

¿Qué tiene en común una madre y un futbolista?

¿Vieron como las madres tienden a hablar en tercera persona, como los futbolistas?
- "Venga con mamá"
- "Maradona no tiene que justificarse"
- "A veer... una sonrisita para mamá"
- "Riquelme no está en venta"
- "¿Dónde está esa manito, que mamá no la encuentra?"

Se me ocurre que es una manera de diluir responsabilidades. "Ah! no lo digo yo, lo dice mamá" (o Maradona). En este mundo, donde una de las cosas que se destaca es la falta de ganas de la gente por hacerse cargo de las consecuencias de sus actos, somos las madres las que primero permeamos ese concepto en la educación temprana. Es eso, o que el cerebro se nos va con las primeras papillas.

Y no lo digo yo, lo dice Dana.

2 de noviembre de 2009

23 de octubre de 2009

Morfeo se pelea con mi niño


¿Vieron como a algunos niños hay que hacerles todo un show para que coman? Hay que decirles que la cuchara es un avión y que va a aterrizar en la boca, mientras la madre hace toda una bajada en picada de la supuesta aeronave y hace sonidos con su boca que quieren asemejar a un motor descangayado. Maxi se opone totalmente a tal despliegue histriónico. La primera vez que lo intentó Sabrina, su niñera, casi le muerde la mano. Salvó los dedos porque Maxi aún no tiene dientes. El gordito piensa que si hay que hacer un avión, que sea un bombardero: rápido, eficiente y que descarga con facilidad.

Le encanta comer y, pasada la fruncida de ceño de rigor, el día que introduzco una verdura nueva, quiere comer lo más rápidamente posible. Entre Sabrina y yo le hacemos todas las comidas caseras, básicamente verduras orgánicas hervidas al vapor (para que conserven todos los nutrientes) y luego trituradas sin piedad. Hasta ahora, no nos ha rechazado nada, lo que claramente indica que sale a su madre y no a su padre.

Pero no quería hablar de comidas sino de dormidas. A Maxi siempre le ha costado dormirse y tiene el sueño tan ligero que, aunque a veces se duerma con rapidez, se despierta al poco rato, inquieto y pataleando. En eso sale, definitivamente, al padre. He dormido siempre a mi hijo en brazos. La teoría de libro dice que el niño debe ponerse en la cuna adormilado pero despierto, cosa que nunca he sido capaz de hacer, ni siquiera de recién nacido. En el momento en que, con los ojos cerrados y su radar supersónico, detecta que te querés desprender de él, comienza a llorar como gorrino camino al matadero. Y hay que volverlo a levantar, hamacar y esperar una oportunidad más propicia, por ejemplo, las próximas elecciones presidenciales. A veces llora incluso en brazos, creo que para no dormirse o para avisarte que sabe de tus intenciones. Al final se va calmando y, tarde o temprano, termina cerrando los ojos. Una vez dormido profundo, no despierta en, por lo menos, ocho o nueve horas.

La Academia Americana de Pediatría dice que hay que dejarlo llorar para que se acostumbre a dormir por sí mismo; lo mismo dicen los simpatizantes de Ferber. Yo me opongo vehementemente, no sólo pienso que no es sano para la salud mental de los niños sino porque creo que es anti-natural: el instinto te lleva a calmar a tu cría que está sufriendo, así como el instinto del cachorro busca los brazos de su madre. ¿Cómo sabe Maxi si adentro de la cuna, allí, solo e indefenso, no hay un tigre trepado y listo para manducárselo? Además, lo he tenido que dejar llorar cuando le han puesto suero, le han succionado la nariz o cuando le ponen las vacunas, ¿lo voy a dejar llorar también todas las noches? En algún momento, Maxi va a pensar “¡pero mirá la tarada que me tocó para cuidarme!”. Nada, nada, el niño duerme en mis brazos o en los de su padre; que bastante sangre, sudor y lágrimas derramamos nosotros para llegar hasta acá.

Sin embargo, me pregunto como puedo hacer para que el momento de irse a dormir le sea más placentero. Tengo dos libros muy buenos, siendo el mejor de ellos, el de Elizabeth Pantley “No Cry Sleep Solution” (Solución para Dormir Sin Llanto) pero, hasta ahora, nada funciona y el niño va casi cada noche y casi cada siesta llorando, hacia la tortura inimaginable de su cuna. Probé creando una rutina diaria (baño, masaje, comida, libro), adelantando horarios, poniendo música, bajando las luces, poniendo sonido de latidos del corazón, dándole su juguete favorito. Sólo me falta echarle un trago de whisky a la mamadera.

Digo yo que, en el peor de los casos, cuando tenga quince dejará de llorar para ir a dormir, ¿no?


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7 de octubre de 2009

La papilla tuvo éxito

No puedo dejar de mostrarles esta foto que me hizo tanta gracia... El puré de cereal tiene mucho éxito con algunos comensales de casa (aún así, posan para la foto).

1 de octubre de 2009

En esta vida, hay que pelear por todo…

En mi escala de momentos divertidos se encuentran, de mayor a menor:

- una obra de Les Luthiers
- un día en el Reino Mágico de Disney
- el Fantasma de la Opera, cantado por Michael Crawford
- una partida al Scrabbel
- ver un partido de fútbol
- pasar un par de horas transpirando en el gimnasio
- sacarme sangre
- hacerme un tratamiento de conducto
- tener a mi hijo internado con gripe y bronquiolitis

Nunca dejaré de agradecer a la medicina moderna todo lo que nos ha dado pero, sin que sea nada personal contra ella, quisiera que, de una vez, nos soltara un poco las riendas y nos dejara vivir sin médicos, enfermeras, remedios, agujas y mascarillas. Aunque sea unos, digamos, veinticinco años, por lo menos.

El primer día de internación en el Miami Children’s Hospital fue una pesadilla; empezando por la sala de emergencia, donde lo atendieron muy bien y le diagnosticaron gripe A, pero donde pasamos gran parte de la noche paseando de la sala de rayos-x a la sala de enfermería, donde Maxi se vio acosado con agujas, succionador de mocos y nebulizaciones repetidas, mientras yo lloraba como una tarada y recordaba mis días en neonatal. Si no hubiera estado O., me lo hubiera llevado de vuelta a casa, no sin antes dejar algún ojo morado en la clínica. Cuando, por fin, Maxi se logró calmar, con una respiración regular y un sueño reparador, llegó la hora de hospitalizarlo y la única habitación disponible tenía otros dos ocupantes apestados. Horror de los horrores: más gérmenes y más ruidos para los oídos sensibles de mi niño. O. bufaba y rechinaba los dientes pero nada se podía hacer en el Poderoso Mundo de las Enfermeras, donde nada se escapa a su soberano control. Yo trataba de calmarme y calmarlo, sabiendo que poco podíamos cambiar acerca de la situación, y menos, a las cuatro de la matina. Al fin y al cabo, Maxi dormía pacíficamente, y eso era lo importante.

Nos tocó en suerte una enfermera con un grado alto de imbecilidad, que llegó dos horas tarde a su primera nebulización (después de dos llamadas mías; la última de ellas, un tanto encendida), no hizo ninguna succión y cuando hacía acto de su digna presencia, me respondía con monosílabos o con algún comentario sarcástico. A media tarde, se me terminaron de hinchar mis mofletes y, ante la mirada risueña de O., tomé una hoja de papel y empecé a hacer una lista detallada de errores, malentendidos, sarcasmos y otras de las hierbas similares que había tenido que ingerir desde que llegamos a la clínica. Pedí hablar con la pediatra de guardia y, ante su mirada atónita (pensó que la llamaba para hablar de la salud de Maxi), le dije que no sabía para qué estábamos en el hospital, ya que en casa lo podíamos hacer mejor que la panda de incompetentes que nos había tocado. Luego, sin prisa, sin pausa y con la voz algo mas temblorosa de lo que hubiera querido, a causa de la rabia, tomé el papel y le empecé a recitar la retahíla de quejas. Cuando acabé, la doc miró hacia abajo, me pidió disculpas y dijo que haría lo posible por mejorar la situación; empezando por sacar a Maxi de esa habitación compartida. No sé si fue compasión o el pánico legal que le inspiró mi hojita escrita, pero dos horas más tarde, estábamos instalados en una semi-suite enorme, silenciosa, con una cama decente para mí y baño privado; los horarios se empezaron a respetar a rajatabla y apareció el encanto de Beatriz, en reemplazo de La Bruja, quien ayudó a Maxi a respirar mejor y a mí a respirar de alivio.

Ufa, ¡cómo cansa la ineficiencia ajena!
Maxi actualmente bien, con sólo un poco de tos y en casa, siendo ampliamente malcriado por su niñera...



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11 de septiembre de 2009

Breve disgresión legal

Ignorantia iuris non excusat. La ignorancia de la ley no exime su cumplimiento. O dicho de otro modo, una vez que una ley entra en vigor, es obligatoria para todos y nadie puede excusar su cumplimiento, amparándose en la ignorancia de lo prescrito por la norma.

Claro, eso era fácil para Moisés y su gente: diez mandamientos, derechito y al grano. “No matar”. “No levantar falso testimonio ni mentir”. Hasta el más gil del pueblo podía entender premisas tan simples. Se trataba de una constitución en versión twitter. ¿Qué hacemos ahora con la caterva de leyes, decretos, resoluciones, normas, comunicados, memos, estatutos, códigos, ordenanzas, constituciones, reglamentos, edictos, proclamas, dictámenes y directrices que nos regulan? Entiendo que si la eficacia de la norma se dejara en manos del arbitrio individual, tendríamos caos social; pero asumir que cada mañana nos desayunamos todos, legos, frailes y leguleyos, con la última publicación del boletín oficial es basar el orden en premisas del País de las Maravillas.

Si el desconocimiento no puede ser alegado, ¿podría el error constituir el elemento productor de una imposibilidad jurídica? En lo imposible, no hay obligación, decía el paisano…



PD: Perdón por el paréntesis en mi blog maternal pero esta bitácora es como mi vida, tengo todos los roles revueltos.
PD2: Maximiliano bien, gracias pero aún con algo de tos.

31 de agosto de 2009

Empiezo a entender a los superhéroes

Llamada de la guardería, a las dos de la tarde.

- “No sé que le pasa a Maximiliano; está molesto, llora, se queja, pero no parece que le duela nada... ¿Quieres venir a verlo?”
- “OK, Berta, salgo para allá”


Salgo de la oficina, estaciono en la guardería, me quito el blazer, el celular, me descalzo y entro. Me pongo gel de alcohol y levanto en brazos a un Maxi quejosito y mimoso. Me siento en el suelo a darle de comer mientras le hablo, para calmarlo. Se comió sus seis onzas de fórmula en mis brazos, lo envolví y, aunque no se durmió, quedó acurrucado y tranquilo en su camita. Nunca sabremos que tenía.

Voy al baño, me quito las manchas de leche que los eructos de mi hijo dejaron en mis pantalones. Me subo al auto y vuelvo a la oficina. Me voy poniendo el blazer por el pasillo del estacionamiento. Hace como trescientos grados de calor húmedo y pastoso. Empiezo a transpirar. Voy acomodando los cuellos y puños de mi camisa en el ascensor. Arreglo el pelo y maquillaje. Entro a la oficina con paso tranquilo, como si hubiera bajado, simplemente, a tomar un café.

Esta doble vida me esta matando. Me siento Batman.


PD: sigo sintiendo reparos a poner fotos de mi hijo en Internet. Les dejo una pieza del rompecabezas: los expresivos ojos de Maxi…




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27 de agosto de 2009

Padres y mamaderas

Maximiliano tiene, normalmente, tanto sueño como su madre, cosa que es de agradecer. Se despierta una vez a la noche, a eso de las tres de la matina (durmiendo desde las ocho), toma su mamadera con los ojos cerrados, mientras la madre mira, en paz, capítulos viejos de “Stargate” o nuevos de “Warehouse 13” y, antes de su último provechito, ya está roncando de nuevo. Se vuelve a despertar alrededor de las siete de la mañana y su padre se encarga de alimentarlo. Debo reconocer que lo hace con alegría y sin protestar, aunque me deja saber que “no es lo normal”. .
Imagino la conversación que habrá desencadenado el comentario de O., dando mamaderas a su hijo, entre los vagos de sus compañeros de trabajo, que sólo piensan en andar en bicicleta, hacerse masajes y cambiar su BMW por un modelo nuevo. La idea de cambiar un pañal de sus hijos, a la madrugada, les debe parecer un plan tan agradable como hacerse un tratamiento de conducto.

Hace unos días, el gordito nos adelantó los horarios y a O. le tocó levantarse a las cinco y media.

- O., ¿le das de comer al nene?
- (O., con la lengua patinosa, luego de mirar el reloj) ¿y yo por qué?
- (yo, con los ojos cerrados y los músculos en estado vegetativo) Porque yo me levanté a la una
- Ahhh…


Pero yo sé que, a pesar del sueño, O. disfruta tanto como yo de su tiempo, a solas, con el peladito. Por la mañana, Maxi está siempre despierto y de buen humor. Toma su mamadera mirando a O. a los ojos y se ríe de todas sus morisquetas. Se ríe con los ojos, con las manos y con esa risa desdentada que te obliga a sonreir. Conversa acerca de sus planes para el día, largando una retahíla de vocales encadenadas, y practica, arriba de la cama grande, sus últimas habilidades de agarrar cosas con sus manos e intentar darse la vuelta. Después de todo lo que hemos pasado, ¿de qué otra forma se puede definir la felicidad?



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18 de agosto de 2009

Mi lista de regalos para el recién nacido

Primero, mi vida en resumen ejecutivo, incluyendo emociones adjuntas:

- se fueron mis padres, después de tres meses de visita. Sniff.
- Maxi comenzó a ir a la guardería. Sniff.
- Maxi se resfrió a los tres días de comenzar guardería. Sniff, sniff. Atchís.
- Llegó mi hermana a visitar al gordito y se queda diez días. Yuppiee.
- Pocas ganas de estar en la oficina. Zzzzzzz
- Juego al Lotto cada semana. Suspiro.

Ahora, a lo divertido. Otro día hilvano algo más emotivo.
Cuando estaba embarazada, pregunté a las sabias madres que me leen “¿cuáles son las cinco cosas más importantes para el primer año de vida de un bebé? Quitando, por supuesto, los consabidos cochecito, cuna, mamaderas y afines, ésta es mi lista de imperdibles, a casi cinco meses de comenzada mi odisea:

- Diaper Genie. Es como un agujero negro para pañales. Una los tira adentro y se olvida que existen. No hay olor, no ocupa más que un rincón y se vacía cada treinta pañales. Sólo hace falta un marido voluntarioso que los saque cada dos o tres días. Debí haber incluido éste en la lista, pero creo que están agotados (en sus dos acepciones).

- Muslin Wraps. Unas frazadas gigantes de Aden & Anais que servirán para envolver a mi bebé hasta que vaya a la universidad. La tela tiene una consistencia y suavidad parecida a la de la gasa y sin embargo, por arte de magia, el niño siempre está abrigado. Ideal para los tórridos veranos de este pueblo. Que los diseños sean super chic, no sobra. Eso sí, no le digan a sus medias naranjas cuánto gastaron por un par de trapos.

- Bouncer. No compré hamaquita, ni mecedora, ni corralito ni moisés pero pensé que, sin importar cuanto una adore a su hijo, iba a llegar un momento en que una lo tendría que depositar en algún lado, aunque más no sea para ir al baño sin tener que bajarse los pantalones con una mano. El instinto no me falló. Tiene movimiento de rebote y de vibración y (no es broma) "speakers" en estéreo alrededor de su cabeza, que me permiten enchufar el Ipod y ponerle música de, por ejemplo, Police o Ella Fitzgerald, en lugar de las porquerías esas instrumentales que vienen en todos los juegos para bebés. Maxi lo adora y duerme ahí sus buenas siestas.

- Aquarium. Es una bañadera que tiene un agregado para que el recién nacido se instale cómodamente con la cabeza apoyada en la amohadilla y el cuerpo en el agua. De esa forma, me quedan liberadas las dos manos y el pelado se me patina menos. De todas formas, a Maxi no le gusta que lo bañen y poco le importa el diseño de la bañadera. Desde luego, no es un niño Johnson.

- Esterilizador de mamaderas eléctrico. Esteriliza con vapor 6 mamaderas con sus tapas y chupetes varios, en 3 minutos (y mantiene el contenido estéril por 24 horas). ¿No es eso razón suficiente para estar en mi lista?

¿Votos a favor? ¿En contra? ¿Abucheos? ¿Silbidos desde la platea?



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4 de agosto de 2009

Cuatro Meses

Maxi ya cumplió cuatro meses, pesó seis kilos y medio y midió cincuenta y pico centímetros. Le gustan más las luces y el televisor que los juguetes y sonajeros pero su actividad favorita es la conversación. Desde que termina su mamadera de las seis o siete de la mañana, no deja de hablar en un lenguaje extraño que contiene muchas vocales. Creo que debe ser arameo y estoy trabajando horas extras en un código de traducción.
Si bien no llego a comprender todo lo que dice, sé que le gusta la conversación y no el monólogo, porque mira, expectante, con ojos risueños y espera que una le diga algo. Le encanta, por sobre todas las cosas, que le hagan preguntas, ya que le dan pie a explayarse en una mayor descripción de los hechos. Si después de la pregunta, digamos, por ejemplo, “¿cómo te fue hoy?”, una, además, se sonríe, Maxi larga una carcajada y luego contesta con un sonoro “ningueeeeiii”.

Es un chico, evidentemente, muy listo y por ello, juega con ventaja: yo no le entiendo ni papa pero él me entiende a mí. Cuando le pregunto, por ejemplo, “Maxi, ¿querés venir a bañarte?” y a pesar de disfrazar la pregunta con una amplia sonrisa, cual lobo feroz después de haberse zampado a la abuela, él me mira con ojos llorosos, extiende el labio de abajo por sobre el de arriba, en señal de “puchero”, y me grita “aaaiii”.

Recuerdo con angustia repulsiva los días de las beta-esperas. Y luego que la beta siguiera subiendo cada dos días. Y luego que pudiera pasar el primer trimestre. Y los análisis. Y las 28 semanas. Y la incubadora. Y recuerdo que las que, entonces, eran madres, me decían “olvidate ya, siempre va a haber algo para preocuparse: los dientes, la fiebre, el resfrío, el primer día de colegio”. ¡¡Mentira cochina!!! Es otra de esas falacias inventadas por quienes nada saben de la infertilidad. Nada, nada se compara con una beta-espera. Nada (asumiendo que una tiene un bebé normalmente sano) se asemeja al miedo de que tu hijo deje de existir. Así, “puff”, en un soplo. Hoy estoy, mañana ya no. Los niños son mucho, mucho más resistentes que los embriones…



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29 de julio de 2009

Premios Blog del Dia

Hoy salí elegida para el Premio Blog del Dia.
Vean acá la entrevista que me hicieron: http://www.blogdeldia.org

22 de julio de 2009

Una noche más

Poca cosa y mucho sueño. Algunas noches las sobrevivo con dignidad; otras, como la de hoy, arrastro mi alma a cuestas como un condenado carga su cruz hasta el calvario. Dormir unas cinco horas cortadas no es la mejor fórmula para tener las neuronas despiertas y el ingenio legal avezado. Tampoco garantiza las buenas relaciones laborales ni familiares ya que quienes me conocen, saben que con sueño soy insoportablemente chinchuda y enojosa.

No es culpa de Maxi, el pobre es un santo; es, solamente, como se sucedieron los hechos. Comió a las diez de la noche y se durmió; yo me acosté alrededor de las once y media y dormimos hasta las dos de la matina. Pasear hasta la cocina, calentar la mamadera, darle de comer (evito las cambiadas de pañal de las tres de la mañana, para no despertar al indio), sacar provechito y tenerlo un rato en brazos para evitar el reflujo. Vuelta a la cama y a la cuna, madre e hijo respectivamente: tres de la mañana. Me desperté a las seis menos veinte con los quejidos del gordito, exigiendo su ración. O. se levantó a darle de comer pero ya no me dormí. Cerré los ojos con fuerza para apurar el trámite y el niño comenzó a llorar. ¿Será un aire atascado en algún rincón de su sistema digestivo? ¿Será disconformidad con la posición? ¿Será que abrió los ojos y no le gustó el piyama que le puse? Aaah, las incógnitas que genera el comportamiento infantil son infinitas. A partir de allí, nadie durmió en esa casa. Paseos en brazos del padre; paseos en brazos de la madre. Eventualmente, y a cinco minutos de sonar mi despertador, el niño se durmió profundamente y se quedó, feliz, en su cuna.

Yo, a la ducha y al yugo. El padre, unos minutos más tarde tuvo que hacer lo mismo. Maxi siguió durmiendo a cargo de los abuelos hasta que a las diez, según cuentan, se desperezó con una sonrisa y dijo “buen día, ¿qué hay para desayunar?



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15 de julio de 2009

Nostalgias

¡Finalmente Maxi se dejó engatusar y lo pude cargar en mi mochila!! Aún no me decido por un fular/bandolera (no encuentro surtido en las tiendas y me cuesta decidirme con una mera foto de Internet; se ven tan complicados…) por lo que compré un adaptador infantil para mi mochila Ergo (una especie de “colchoncito” que se coloca alrededor del bebé. El gordito presentó su formal protesta al embucharlo al lado de mi panza, pero a los treinta segundos de empezar a caminar, ya estaba dormido. A ver si con el peso extra, me saco los cinco kilos que aún me sobran.

En otro orden de cosas, esta mañana, mientras venía a la oficina, se les ocurrió pasar en la radio un especial de Donna Summer. “She works hard for the money / so hard for it honey”. Me reía mientras cantaba a grito pelado las canciones que tanto disfruté de adolescente, en aquellos tiempos en que mi mayor preocupación era planear con mi mejor amiga, a donde íbamos a ir a bailar el sábado y que ropa nos íbamos a poner. “Choo- chooo-aaaa- pipiii”. Eran épocas de permanentes y hombreras. “Looking for some hot stuff baby this evening / I need some hot stuff baby tonight”. Y me pregunto por qué no hay ningún grupo en la actualidad que alborote mis emociones como lo hacen Donna o Gloria Gaynor, Supertramp, Phil Collins, Pink Floyd, Queen, Air Supply, Eurythmics, Bee Gees, Police.

Dicen que los olores van íntimamente ligados a los recuerdos y yo diría que la música les pone fecha. Y sospecho que no es la música disco la que me entibia el corazón, sino que es la época asociada a esa música, la que me hace vibrar. Es el mismo motivo por el cual las amistades de la temprana juventud son más intensas que las de ahora. Porque cuando cierro los ojos y canto esas letras, soy joven otra vez. Y estoy en Opus, en el piso de arriba, asomándome al balcón, con mi blazer de terciopelo negro. Y me doy vuelta y le pido a Claudia, que vino hoy con sus botas blancas, si me presta su cinturón dorado para el próximo fin de semana…



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8 de julio de 2009

Un día en la vida de Maxi


3:00 AM Cambio de pañales, toma la leche con los ojos cerrados y vuelta a dormir
6:30 AM Cambio de pañales, toma de nuevo la leche con ojos cerrados y a dormir
9:30 AM Cambio de pañales, toma la leche con ojos llenos de lagañas y me llena de “aajooos”
10:00 AM Se adormila en su mecedora, con música clásica de fondo, mientras yo lavo, esterilizo, ordeno y desayuno
11:00 AM Roncando
11:30 AM Despierto y mirando curioso, a ver quien lo levanta
12:00 PM Llanto, paseos en brazos de su madre, risas, ejercicios de cuello y vuelta a la cuna, mientras caliento la mamadera y preparo algo de almuerzo
12:30 PM Cambio de pañales, toma la leche y se queda sentado conmigo, mientras miro “Desperate Housewives”. Intercala comentarios durante la propaganda, como “uuuu”, “goooo” o “aaaa”.
1:30 PM Mecedora, llanto y se queda dormido, boca abajo, en brazos del padre.
3:00 PM Despierto y llorando; se queda dormido de nuevo, esta vez en brazos de su madre. Aprovecho a cortar sus uñas, que parecen navajas.
3:30 PM Despierta y pide, cortésmente, su comida
4:00 PM Duerme la siesta, luego de devorar su mamadera
6:30 PM Se despierta y despereza. Juega con sus manos y patalea.
7:00 PM Hora de su siguiente mamadera y pañal limpio.
9:30 PM Cambio de pañales, toma la leche y se queda sonriendo, pipón y en brazos, con los ojos entornados.
11:00 PM Dormido profundamente.

6 de julio de 2009

Si fuera música, sería una samba

Maxi tiene pocas fotos de su estancia en cuidados intensivos. Entiendo, como ya me lo han dicho, que también es una parte de su vida, pero no soy muy amiga de celebrar los momentos difíciles. Escucho vagamente todas esas ideas progresistas de que son dichos momentos los que ayudan a crecer, que la vida tiene todas las caras de una moneda y que decidimos antes de nacer, aquella vida que queremos; luego, doy media vuelta, echo en una hoguera todas las lágrimas y salgo buscando el carnaval carioca más cercano. No nací para heroína ni para escribir tangos.

Me pasa algo parecido con la puta infertilidad. Se que está ahí; que es parte de la caricatura con la que me tocó nacer, así como mis dientes torcidos o mi habilidad para retener líquidos, y sin embargo, prefiero no mirarla más de frente. Aún no me recupero del susto que me dió cuando salió del armario por primera vez y de todas las veces subsiguientes en las que me hizo llorar. Sigo, con orgullo ajeno, la lucha de muchas mujeres con coraje, pero evito verme envuelta en ese torbellino feroz, gambeteando foros, artículos de prensa o libros recomendados. La vida es corta y ese tipo de heridas son de cicatrización lenta. Algunas de quienes me leen, sabrán de qué hablo.

Prometo que volveré un día no muy lejano, cuando la cicatriz de la cesárea sea más llamativa que aquellas otras del corazón y haré de porrista para todas aquellas mujeres que necesitan un empujón para seguir caminando. Porque somos del mismo club y puedo imaginar lo que pasa por sus corazones. Y porque estas espaldas pueden ayudar a cargar el peso del camino.

Mientras tanto, me sigo asomando con incredulidad por encima de la cuna y saco toneladas de fotos de Maxi al despertar, con dos sonrisas de oreja a oreja. La mía y la suya.


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30 de junio de 2009

N.I.C.U.

Estoy tratando de hacer una especie de diario (o más bien, epopeya) del primer año de vida de mi hijo, con éxito, hasta ahora, dudoso. Aqui va un extracto.

N.I.C.U. (Neonatal Intensive Care Unit) Por sus siglas en inglés: Unidad Neonatal de Cuidados INtensivos

Las incubadoras no son para corazones débiles. Y no me refiero al músculo del plano físico, sino a ese órgano que se conecta directamente con el alma. Con sus treinta y tres semanas de gestación, Maximiliano tuvo que aguantar pinchazos, luces, ruidos, monitores, cardiólogos, ultrasonidos, sueros, terapistas y el régimen militar de un ejército de enfermeras disciplinadas y con pocas contemplaciones. Eficientes y severas. Dedicadas a salvar vidas y con poco tiempo para las relaciones sociales. Maxi no tenía ninguna complicación física, por lo que, a falta de mayor distracción, se dedicaba a engordar sin tapujos. Miraba adormilado desde adentro de su burbuja de cristal y, a juzgar por su ceño fruncido, parecía empeñado en tratar de darle sentido a este mundo tan agitado que lo rodeaba. Yo lo miraba desde afuera y le cantaba canciones de cuna en mi cabeza, en silencio y con los labios cerrados. La incubadora se abría sólo cada tres horas, para que pudiera cambiarle el pañal, tomar la temperatura y darle la mamadera. Las enfermeras de turno, siempre faltas de manos y ocupadas en casos más graves, donde las alarmas sonaban cada varios minutos porque algún corazón había bajado misteriosamente los latidos o porque algún pequeño, simplemente, había decidido dejar de respirar, me enseñaron desde muy temprano a cuidar de Maxi. Aprendí así a reconocer sus llantos, a absorber sus sonrisas y a medir la temperatura. Aprendí a doblar la parte superior de sus pañales prematuros para evitar que rozaran con el remanente del cordón que lo ataba a su madre. Aprendí que no necesitaba que un monitor me dijera cuantas veces respiraba por minuto o cuanto oxígeno llevaba en la sangre, cuando sus mejillas estaban sonrosadas y los labios, rojos. Supe que un niño con frío esta desganado y que chupar, tragar y respirar es una combinación complicada para alguien tan joven. Aprendí a envolver a Maxi con cariño y dos frazadas ajustadas, hasta convertirlo en un paquete de regalo sin moño.

Las primeras mamaderas traían solo cinco centímetros cúbicos de fórmula y el resto de la comida llegaba en sonda hacia el estómago. Los pechos de su madre, privados de la succión filial y entumecidos de preocupación, disminuían cada día la producción láctea, sin que Maxi pareciera notarlo. Las generalas se encargaban de que consumiera la cantidad exacta de calorías que necesitaba cada día. La primera vez que tuvo una mamadera en la boca, no sabía muy bien que hacer con ella. Fruncía el ceño y lamía la tetina como si fuera un helado de vainilla. El día en que se dió cuenta que chupar era bastante más productivo que lamer, sonrió por primera vez; aún así, la boca se negaba a sostener media hora continua de esfuerzo. Era necesario sostener su mandíbula con el dedo anular, mientras se le daba descansos para que el aire entrara por la nariz. A la media hora, las generalas daban por terminada la tarea y se cerraba de nuevo el telón que nos separaba.

Mientras tanto y ajeno a las ojeras maternas, Maxi coqueteaba con la vecina de la incubadora de al lado; una hermosa niña de 32 semanas a quien sus padres vestían con cintas y moños. Nunca supe si sus intenciones eran serias pero ambos sabían que era un amor fugaz, un flirteo de verano que no podía tener más que efímeras consecuencias.

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24 de junio de 2009

Intentando ser mamá canguro

Así como, a pesar de mis mejores intenciones durante el embarazo, de comprar para mi bebé solo materiales orgánicos, amamantar, tener un embarazo a término y un parto vaginal, del mismo modo me está yendo con mi deseo de ser “mamá canguro”. Es decir, para la merde.

Investigué bastante sobre las mejores mochilas para llevar a mi hijo; descarté la Baby Bjorn (que parece estar de moda) y elegí la Ergo, que parece ser más apropiada para las caderas, columna y genitales de los niños. Lamento decir que Maxi no parece opinar lo mismo, a juzgar por los sonoros berridos de protesta que emite cada vez que intento meterlo adentro. Cuando apenas tenía unas semanas de nacido, lo engañé un día que estaba dormido y logré pasear por mi barrio, pavoneándome con él, en el día de la madre. No parecía estar muy cómodo y pensé que quizá aún era muy pequeño para estar ahí, algo doblado, por lo que guardé la mochila hasta que engordara un poco. Últimamente y en función del tamaño contundente del gordito, lo volví a intentar, pero mis ensayos frustrados sólo generan la furia de Maxi y la risa desmedida de O. y de sus suegros (léase, mis padres, que en este tema, se unen, en coro, al yerno).

También me hubiera gustado llevarlo conmigo en un “sling” (no sé como se dice en español, véase foto) que me parece hermoso, por el contacto constante, y práctico, porque te deja las manos libres y además, menos caluroso. Lo intenté la semana pasada pero me pareció que tenía calor y la cabeza de Maxi no quedaba en una buena posición, acostado y con su pera pegando en el pecho, así que opté por devolverlo. Merde. ¿Otra cosa más a la que deberé renunciar?
¿Estaré haciendo algo mal? ¿Hay por ahí alguna mamá canguro que me quiera iluminar?

Por otra parte, quizá sea este otro tema en el que Maxi tiene la última palabra. Debo reconocer que al muchachito le gusta poco estar envuelto y se encuentra de lo más a gusto paseando despatarrado en el cochecito de bebé, mirando hacia delante, como un rey en su trono de cuero…


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30 de mayo de 2009

Todo sigue bien

He logrado robar unos minutos a mi rutina con Maxi para sentarme en la computadora. Aunque los abuelos están en casa y el muy confianzudo tiene numerosos brazos donde arroparse, yo no me quiero perder muchos minutos fuera de su lado. Ya tengo una bolsa de ropa que no le anda; la mayor parte, ropa de bebes prematuros y se que el tiempo corre. Cuando me mira a los ojos, me enamoro, el tiempo se detiene y me olvido del sueno, las ojeras y el dolor de cuello.

Hoy fuimos al pediatra y le dieron sus vacunas de los dos meses. Se angustio menos que su madre y según el padre (quien a ultimo momento, quería posponer los pinchazos un mes mas), “aguanto como macho”. Hombres…

Peso 3.850 kilos y midió 54 centímetros; un aumento de mas de 1.300 kilos en un mes!!

Tengo tanto que escribir pero, como dicen las comadres, “hay que dormir cuando el bebe duerme” y mi bebe duerme de a ratos cortos, así que yo voy dando cabezazos a lo largo del día. Por suerte, mi madre se encarga de la comida y de dejarme tiempo para siestas de vez en cuando.

A las mujeres les gusta hablar de sus partos. Eso lo descubrí, con espanto, a lo largo de mi embarazo. Creo que no caeré en esa misma tentación pero solo quería resaltar que el obstetra que me atendio en el parto me dijo que tenia un “septo uterino” y, aunque los motivos de que Maxi haya sido prematuro se desconocen, eso pudiera haber sido una causa. Me pregunto: aunque el septo es pequeño y parcial, seria esa la causa del fallo de implantación de tantas transferencias de buenos embriones? Y como, después de histerosalpingografias, histeroscopias, laparoscopia, ultrasonidos, histerogramas y otros “histero" estudios, nunca nadie vio nada?

Quiero sentarme un día, con una mente mas lucida, a contar mi experiencia en la sala de terapia intensiva para bebes. Fueron momentos muy emotivos, que aun tengo estampados en mi corazón. Mientras tanto, me voy a dar de comer a mi hijo…

15 de mayo de 2009

Otra foto

Con un pure de zapallo haciendo las veces de cerebro (todo a causa del sueno, el cansancio y las risas intempestivas), sigo sin poder hilvanar un escrito coherente.
Lo reemplazo con una foto de Maxi, con bigote blanco de leche recien tomada...



PD: y no me digan que no pinta para galan de Hollywood... (dice la madre, chocha)

21 de abril de 2009

Presentacion en Sociedad Virtual

Vieron como algunas mujeres tienen un parto en casa, con una baniadera llena de agua, sahumerios prendidos, una partera esperando con las manos abiertas, velas y musica tibetana? Lo mio fue lo opuesto: dos dias internada con suero, mientras el agua salia de mis entranias, lenta pero perentoriamente; a mi parto (cesarea, por supuesto, nada "natural") asistieron el obstetra, un perinatologo, una neonatologa, un hematologo, un anestesista, ayudante de anestesista y un ejercito de enfermeras.

Llego Maximiliano a las 33 semanas y dos dias. No se que apuro tenia de salir, si de todas formas, se la pasa durmiendo...

Aca se los presento, a las tias (y tios) virtuales.




PD: perdon por las faltas de acentos y "enies"... Estoy escribiendo rapido, en un laptop que no tiene esas florituras

PD: tampoco he podido ver posts, foros, blogs ni ninguna otra actividad que no sea cambiar paniales, lavar ropa y dar mamaderas. De a poco me ire reincorporando, en unos anios, quiza...

30 de marzo de 2009

Nueva foto

Durmiendo atravesado en mi utero...


24 de marzo de 2009

Semana Treinta y Dos


El Cansancio se apoya cada día en el balcón de mi ventana. Toma sol pero me mira de reojo; me acompaña a la oficina aunque no me riega las plantas. A las cuatro de la tarde, puntual como lord inglés, se sienta en mi silla y ya no me lo puedo despegar.
Ayer tuve que hacer malabares para espantarlo. Perdí el control de mis párpados y la nuca amenazaba con doblegarse. Tuve que salir de mi despacho, sentarme en un inodoro de la oficina y cerrar los ojos, apoyando mi cabeza en el papel higiénico. Luego, lavarme la cara con frenesí. Si alguien me quiere fresca en el trabajo, que vuelva por la mañana.

Ya me veo en la recta final de esta carrera que comenzó hace tantas lunas, que ya no cabe ni en mis recuerdos. Por lo menos, Maxi ya tiene alguna ropa, cuna











y cochecito.










Que luego no diga que no venía por falta de instalaciones apropiadas.

18 de marzo de 2009

Semana Treinta y Uno

Nunca fui de acumular muchos recuerdos en cajones. Cuando una, además, se muda con frecuencia entre espacios reducidos, aprende a valorar la fotografía y la memoria, por encima de otro tipo de evocaciones. No aprecio en demasía los souvenirs de fiestas, cumpleaños, ni casamientos pero los mantengo por un año, en atención a quien me los regala. Pasado ese plazo, se autodestruyen (bueno, lo de “auto” es debatible). Cuando voy de viaje no me verán en tiendas de turistas plagadas de torres Eiffel y estatuas de la Libertad, sino que traigo, además de fotos, recuerdos prácticos; y es así como en nuestra casa, tenemos porta-velas de Sudáfrica, un termo de Austria, tazas de te turcas, ropa interior francesa o un centro de mesa de ébano de Kenia.

Y si apilar recuerdos en el plano físico no es mi tarea favorita, podrán entender como ayer leía con horror en un blog como varias mujeres coleccionaban mementos de su paso por la infertilidad: fotos de embriones que nunca llegaron a ser, pulseras de hospital, e-mails impresos con condolencias o boletos de avión a clínicas lejanas.

Entiendo el concepto general de querer enseñarle a tu hijo, en el futuro, cuánto fue amado y deseado, aún antes de llegar a esta tierra; pero habiendo tantas maneras de hacerlo, ¿para qué elegir la mas dolorosa? Y si ese niño nunca llega, ¿qué hace una con una caja llena de lágrimas? Se me hace un cajón muy pesado para arrastrar en esta vida.

En mi casa, se han destruido todas las fotos anteriores a las ecografías de Maxi y estoy disfrutando con antelación el día en que arme una hermosa hoguera con todo mi historial médico. Quizá lo haga (o no) en alguna fecha especial como fin de año, la noche de brujas o el día de las fogatas de San Juan y prometo que ese día bailaré bajo la luna y brindaré con una sonrisa.

A quienes gustan de acumular souvenirs y sólo por curiosidad, ¿qué profundo impulso o reacción instintiva los lleva a apilar recuerdos? ¿Tienen miedo a una enclenque memoria? ¿Qué hay de malo en, a veces, olvidar?



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4 de marzo de 2009

Semana Veintinueve

Ya estoy en el tercer trimestre. Que lo parió.

Caminar o no caminar; esa es la pregunta. Diría Hamlet, si hubiera estado embarazado.

O. insiste en que debo moverme y sospecho que alguien (aunque no ha confesado, hasta el momento, el culpable) le debe haber dicho que si no camino, voy a tener un parto más difícil o me quedare bizca. Una de las dos. No sé muy bien cuál.

Puedo entender los beneficios teóricos del ejercicio, con o sin relleno en la panza, pero el tema es que a los cinco minutos de empezar a moverme, se me pone la panza toda dura y parece, a juzgar por su peso, que me hubiera tragado un camión con acoplado. Mi instinto femenino me dice que Maxi, desde el más allá, me ruega que me quede quieta. Mi marido dice que a cualquier cosa le llaman “instinto femenino” y que él, más bien, piensa que soy una vaga.

Algo de razón no le falta al hombre, ya que gastar más calorías de las necesarias no suele ser mi pasatiempo favorito. Para colmo de males, el médico de guardia que me atendió durante el incidente de la deshidratación me dijo: “¿para qué queres caminar? No hace falta que camines, si no querés”. Por otra parte, mi profe de yoga prenatal parece ser del club de O. Aunque ella también piensa que los partos deben pasarse sin anestesia y que es bueno tomar baños de luna, así que tampoco hay que darle mucho crédito a sus opiniones.

Mi barriga parece, últimamente, tener vida propia. Y no me refiero al polizón que estoy alimentando, sino al bulto que lo rodea. Por la mañana se levanta (al contrario que su dueña) fresca y relajada, y se va tensando durante el día hasta el punto que, a pesar de pasarme horas sentada en un cómodo sillón de oficina, con figura ergonómica, al ponerse el sol, está toda compungida y tiesa. Los paseos tardíos al baño parecen ser más largos que los de la mañana y Maxi se mueve menos.

¿Caminar o no caminar? Esa es la pregunta.



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26 de febrero de 2009

Semana Veintiocho

Les presento a Maxi en su version 3-D



Aunque el niño pesa sólo 1.100 kg, yo llevo 11 kilos en aumento. Tampoco me veo tan ballena... ¿Dónde está el resto?

17 de febrero de 2009

Semana Veintisiete

El sábado pasado fue el Día de San Valentín. Nuestro plan era un sencillo asado en casa, para luego mirar “Nights in Rodanthe”, comiendo trufas de chocolate. Pero como dice el dicho, “si quieres escuchar a Dios reir, cuéntale tus planes”.

Por la mañana, me pareció ver una ligera mancha oscura en mis calzones. Era tan tenue que, al no estar segura, la dejé pasar. Nos fuimos a caminar un rato, la mañana estaba fresca y me vino bien estirar las piernas. A la vuelta, tenía calor y sed y me tomé como dos vasos altos de agua, de un tirón. Después de comer, apareció la segunda mancha. Esta vez sí, pequeña pero inconfundible. Llamé al servicio de emergencia de mi doc para quedarnos tranquilos y el médico de guardia me devolvió la llamada a los dos minutos. Me mandó directo a la clínica, para revisión, y para allá salimos. Eran las 3:15 de la tarde. Al llegar, nos atendió una enfermera de Manchester, muy atenta, que me acostó en una camilla y me amarró la panza con dos cintas, cuyos sensores mandaban información a una máquina que dibujaba curvas y parábolas. Me preguntó: “Tienes contracciones?” “No sé, ¿cómo es una contracción?”. Un sensor medía el corazón de Maxi y el otro, posibles contracciones. Nos dejó unos quince minutos con el sonido acuoso del corazón del bebé, mientras yo respiraba aliviada, escuchándolo. O. miraba preocupado uno de los dibujos que escupía la máquina y al entrar la enfermera, dijo: “Veo contracciones. Muchas”. Sensores de alerta de mi cerebro en modo de pánico. En los segundos siguientes tenía a un técnico haciéndome una ecografía por mi lado derecho y a la enfermera, del lado izquierdo, poniéndome suero. “A veces, con el suero es suficiente para parar las contracciones”. O., atrás de mí, me pasaba la mano por la cabeza. En nuestras miradas se leía el pensamiento compartido: “26 semanas es poco para Maxi; muy poco. Aún debe esperar un poco mas”. El técnico terminó su tarea; el bebé estaba bien, la placenta también y el cervix, apropiadamente cerrado.

Después de la primera bolsa de suero, las contracciones pararon. Cuando iba por la tercera bolsa y ya respirábamos medianamente tranquilos, llegó el médico a ver como iba y a darme el alta. Nos dijo que me había deshidratado y que las contracciones habrían roto algún minúsculo vaso sanguíneo en el cervix, que provocó las gotas oscuras que ví. Me dijo que descansara todo el fin de semana, que tomara dos litros de agua cada día y que no me preocupara, que las contracciones no habían sido muy intensas. Cuatro horas más tarde de nuestra salida de casa, estábamos regresando, agotados.

Hoy, ya tranquila y con Maxi golpeteando mi vejiga, rescato dos emociones de esta experiencia: 1.- la apreciación del delicado equilibrio que debe llevar nuestro cuerpo para mantener un embarazo saludable; aún cuando una se sienta fenomenal y 2.- ya no somos O. y yo; hay una tercera persona que, sin haber llegado a vernos, ya fomenta nuestros desvelos…


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13 de febrero de 2009

Semana Veintiseis

El martes fui a hacer mi análisis de glucosa, ya que la diabetes gestacional parece ser bastante frecuente. Me dijeron que sólo me llamaban si los resultados eran anormales y el teléfono no ha sonado, por lo que asumiremos que todo viene bien. Hubiera abandonado con tristeza el solaz que me proporcionan últimamente los dulces.

Maximiliano se mueve bastante y tengo más sueño que nunca. Me dice el doc que, a partir de la semana 28, el niño se tiene que mover por lo menos diez veces cada tres horas. Pobrecito. Que presión.

Y cambiando de tema, ¿octillizos?? Entre más datos salen a relucir del tema, más se me revuelve el estómago. No sé con quien enojarme primero: con la madre, a quien le faltan un par de tornillos, o con el tarado del médico que le transfirió seis embriones. ¿En qué universo paralelo vive este hombre, que piensa que es una idea fantástica transferir un ejército de embriones en el útero de una mujer joven y sana, que ya ha tenido cinco embarazos previos? Yo he tenido que hincar mis rodillas en el suelo para suplicar transferencias de tres embriones, aún con mis numerosos años de infertilidad, mi veteranía y mi ausencia de embarazos previos. Y dejo de lado el hecho de que es madre soltera y sin empleo ya que, quizá (y sólo quizá) el médico no deba valorar el tamaño de la familia que cada cual desea, independiente de sus circunstancias. Me indigno por el destino de esos niños y por la comunidad infértil, en general, ya que no falta quien vea en semejante necedad, una razón para pensar que los tratamientos de infertilidad son peligrosos y debieran ser limitados o de algún modo, evitados. Total, habiendo tantos niños huérfanos en el mundo “¿por qué no adopta y listo?”.


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6 de febrero de 2009

Semana Veinticinco

El domingo pasado le compramos la primera ropa a Maxi (si, ya tenemos nombre).



Estábamos mirando otra cosa, se me cruzaron por delante de la vista y no me resistí.
Fue un paso grande, muy grande. Fue darme cuenta que, en realidad, existe una persona que, muy pronto, va a estar viviendo con nosotros.

Salí de la caja con un nudo en la garganta y le pedí a O. que me abrazara. Sin entender mucho y con cara de sueño, O. accedió a mi pedido. Con lágrimas en los ojos, le dije bajito:

- Pensé que nunca iba a comprar ropa para un hijo nuestro.
- Mujer de poca fé…




¡Sólo 101 días para ver a mi polizón en persona!!


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27 de enero de 2009

Semana Veinticuatro

Empezamos la semana con ecografía y mediciones múltiples. Todo mide como debe, pesa como se supone (unos 650 gramos) y patalea como ciclista experimentado. Sólo sé que tiene piernas largas (más largas que la media, según la ecógrafa) y luce bien en pantalla. Seguro que será actor y ganará un Oscar.

(Perfil y Piernas )





Las mujeres que van conmigo a yoga prenatal me están poniendo muy nerviosa. Siento que soy la más burra del grupo; como cuando una iba a dar un exámen en la facultad y todo el mundo tenía la manía de hablar de tal o cual tema, cinco minutos antes de entrar a la mesa de exámen. Invariablemente, todos hablaban con soltura de algún tema colgado con alfileres o una bolilla misteriosamente olvidada por una.

Acá se repite la misma sensación de desamparo y una se pregunta cómo el verbo parir tiene tantas conjugaciones. Al fin y al cabo, las mujeres lo han venido haciendo durante muchos siglos; tampoco tiene que ser más complicado que desarrollar la teoría de la relatividad. Las quisiera ver yo con hiperestimulación ovárica; a ver si iban a tener tantas respuestas como yo en la punta de la lengua.

Para mayor escarnio, casi todas son muchísimo mas ecológicas que yo y parecen eternamente dedicadas a luchar contra los malvados obstetras que nos imponen ritos contra natura, como dar a luz en una camilla; nos llevan corriendo a cesáreas innecesarias o nos inducen a partos prematuros. Y así, estirando sus dedos índice y medio en forma de “V”, en señal de paz, y aspirando el humo de un sahumerio hindú, nos cuentan como ellas rechazarán el Pitocin, desdeñarán epidurales y exigirán amamantar a su bebé con el cordón umbilical puesto.

Por suerte, ayer estuve hablando con una mujer normal, en la oficina, que se acaba de reincorporar de su licencia por maternidad y me decía que el parto apenas fue una molestia. La indujeron por la mañana; epidural mediante, ni se enteró que tenía contracciones; a eso de la una y media ya estaba completamente dilatada y su niña nació cuarenta minutos más tarde. A eso llamo yo un parto ideal.


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14 de enero de 2009

Semana Veintidos (con foto)

Nos han mentido toda la vida. Los embarazos son de diez meses y a las pruebas me remito: el embarazo, según los médicos, dura 40 semanas y en mi semana 22, ya me dicen que estoy en el sexto mes, cuando, hasta mayo, aún faltan 4 meses. Está bien, las 40 semanas comienzan a contarse desde el día de la última menstruación, así que hay que restarle 2 semanas, pero aún así, me quedo con nueve meses y medio. Las cuentas no me dan.

Como siempre, San Google salió en rescate de mi pensamiento linear y los silogismos lógicos con los que me desayuno, y me dió esta hermosa tablita:



Aunque está en inglés, los números creo que se entienden: estoy en mi sexto mes y ¡en sólo 4 semanas entro al tercer trimestre! ¿Cómo hemos crecido tan rápido? Después entran a dar una explicación de cómo las 40 semanas siguen el calendario lunar, que cada mes tiene 4,3 semanas, que la tierra es plana y que las pirámides de Egipto fueron construidas por extra-terrestres, creo. Es decir, cálculos matemáticos y teorías aburridas para las que mi curiosidad demuestra escaso interés.

Por lo pronto, ya he dejado de repetir en la oficina, a modo de mantra “no estoy gorda, estoy embarazada”, ya que la panza antecede a mis pasos, dejando poco lugar para la duda.



(pido disculpas nuevamente por la calidad de la foto, debida a la porquería de cámara que viene incorporada a la Blackberry)

Y como el anterior debate sobre el parto fue tan interesante, vuelvo a convocar a las madres sabias y experimentadas para que me iluminen sobre cuáles son, a su criterio, las 5 cosas (materiales) más importantes para el primer año de vida del bebé. Hagamos excepción de la cuna, el cochecito, mamaderas y chupetes, que, hasta para mí, son familiares. Tampoco cuenta la sillita del auto, que es de uso obligatorio. Cuenten esos secretos que no salen en los libros. Eso que pasa de boca en boca. Las espero, lápiz y cuaderno en mano, como estudiante aplicada.


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9 de enero de 2009

Sala de partos

Esta es la sala de partos de la clínica donde daré a luz. Cualquier parecido con un quirófano es pura coincidencia...
(espero que no me toque una con cortinas rositas... ja ja)

8 de enero de 2009

Semana Veintiuno

Festejamos el inicio de semana con ecografía. Baby se movió sin parar, haciéndole la tarea más difícil a la técnica, que intentaba medirlo por todas partes. Pesa unos cuatrocientos gramos ya, y si se los sumamos a todo el acolchado que este cristiano se ha armado alrededor, debo decir que se nota. Medidas perfectas para su edad, porte aristocrático y un coeficiente intelectual privilegiado. Las dos últimas cualidades, si bien no pudieron ser confirmadas por la ecografía, las saca de su madre. Su padre sólo aporta los ojos azules y una cierta simpatía por los deportes (en especial los de ruedas).

Debo reconocer que estoy pasando un embarazo considerado “normal” y, por lo tanto, es altamente sospechoso. Aún no sé si debo decir “por fin” o si ésta es sólo la calma que precede a la tormenta. Prefiero pensar que el Destino, en contraprestación por todos los inconvenientes ocasionados, me está recompensando, cual vendedor de cocinas baratas, con un niño sano, que saldrá del vientre de su madre en quince minutos, con una sonrisa, y que dormirá la noche entera de un tirón a las dos semanas, sin saber que es un cólico.

Por otra parte, me acabo de dar cuenta que Baby, en algún momento y por algún lugar, deberá salir a verme la cara y las opciones que hay en el mercado no parecen ser muy atractivas. Si se pudiera elegir, ¿alguien se anima a definir un parto ideal?



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