28 de noviembre de 2007

Todo va bien

Ciudad del Cabo se esta transformando en una de mis ciudades favoritas. Buenas playas, ambiente cosmopolita, excelentes vinos, menus sofisticados, montanas, naturaleza... que mas se puede pedir? El otro dia le dije a O. "yo podria vivir aca".

Ya terminaron las visitas a la clinica, estoy en mi tercer dia de incubadora con dos preciosos embriones que hace dos dias tenian ocho celulas; al dia de hoy, quien sabe. Me quedaron cuatro mas en el congelador; le dijimos al doc que volveriamos por el hermanito para el mundial de futbol.

Ayer fue mi cumpleanos, y aunque estuve en cama hasta la noche, fue un dia muy especial. O. se levanto temprano y con el pretexto de ir a comprar algo, me trajo un hermoso ramo de rosas multicolores que aun tengo sobre mi mesita del hotel, despues me trajo torta y turron (le habia echado el ojo unos dias antes). Comimos entre risas, besos y leyendo los mensajes de familia y amigos en mi Blackberry.

Hoy comenzare a levantarme a ratos y a partir de manana vida normal, segun el doc. (Risas por detras del telon; y mas risas). Como si algo hubiera de "normal" en todo este circo de medicos y en necesitar un ejercito de especialistas para lograr que un bendito embrion se quede pegado donde debe. Eso si, si quedo embarazada, voy a poder asegurar que mi hijo fue "sin pecado concebido"...

15 de noviembre de 2007

Me ausento unos días, pero por una buena causa

Hay algunas razones que me podrían hacer pensar que este tratamiento no puede ser diferente a los otros. Y sin embargo, estoy tranquila. Tampoco puedo caer, bochornosamente, en el pecado de arrogancia y simplicidad en que caen las inexpertas, diciendo que “esta vez seguro que va a funcionar”, que “tengo el presentimiento que ahora si se nos va a dar”, que “los signos y los planetas se están alineando para que me embarace” o que “si me pongo el calzón al revés, doy tres vueltas en círculo en sentido contrario al reloj, me quedo sin respirar diez minutos y la luna llena aparece detrás de las nubes, entonces todo va a andar bien.” Eso es para principiantes y a mí hace rato que me colgaron el cartel de “pro”, muy a pesar de mis apetencias.

Miro al pasado sin arrepentimientos y al futuro sin impertinencia. Si alguna migaja de petulancia adolescente y argentina me quedaba, la infertilidad se encargó de quitármela de un sopapo. No me queda nada de orgullo, de impaciencia, de vanidad ni de inocencia; y ello, paradójicamente, me hace más libre. No estoy atada a los caprichos de mi voluntad y mis deseos, ni me dejo llevar por la férrea decisión de cumplir mis sueños a rajatabla, aún sabiendo que remar contra corriente nunca le trajo nada bueno a nadie; y si no, que se lo pregunten a los salmones. Ya comprendí que al Destino no le importa lo que quiera ni lo que merezca. Por mi parte, cumplo con colgar un cartel de mi útero, justo arriba del endometrio, que diga “Implantarse aquí” para dar un poco de sentido de dirección a algún embrión despistado.

Creo que por primera vez, me dejo ir con la corriente. Ya remé, tomé impulso y ahora me encuentro sentada arriba del barco, tomada de la mano de O., mirando el gorgoteo del agua y las lagartijas de la orilla. No sé dónde acaba el río pero me quedé sin remos y sólo me queda tirarme panza arriba y ver pasar las nubes. Después de todo, el día sigue estando soleado y acá sentadita, oliendo el perfume de los jazmines bajo el abrazo de O., tampoco se está tan mal.


PD: Dejo este blog por unos días. Si me es posible, mandaré alguna señal de humo desde Ciudad del Cabo y a la vuelta, seguimos con nuestras historias de cada día.



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9 de noviembre de 2007

¿Quién se quiere llamar Yosemattifa?

Cuando estábamos haciendo nuestro primer FIV en Argentina, hace más de una vida, compré un libro que listaba nombres de hombre y de mujer y que debo tener aún por ahí tirado, detrás de algún estante polvoriento. Me gustaba leerlo, cerrar los ojos e imaginarme si ése era o no el nombre de mi hijo. Pobre ilusa aquella que una vez fui; quien pensaba que la medicina y mi buena suerte todo lo podían. De todas formas y aun después de tantos años de infertilidad, seguimos jugando con nombres, en nuestros ratos libres. Por alguna razón desconocida, tenemos más opciones de hembra que de varón y con el pasar del tiempo, hemos ido descartando algunos y reviviendo a otros como “Julia”, “Sofía”, “Gabriela”, “Maximiliano” o “Valeria”.

Parece que este juego inofensivo esta a punto de ser restringido por Chávez, en Venezuela, a juzgar por su último impulso de ley, que limitará, de ser aprobado, los nombres de recién nacidos a una lista de cien.

En un país donde con frecuencia hay que pedirle a quien te da la mano que te repita su nombre, la idea no es de las más descabelladas que he oído en Venezuela. Pedirle a un hijo que soporte durante toda su vida nombres tales como John Kennedy, Hiroshima o Usnavy va mucho más allá de cualquier deber filial de obediencia. En Argentina, y salvo que las cosas hayan cambiado mucho en mi ausencia, se consagra la libertad de elección del nombre pero se imponen ciertas restricciones, que evitan que el nombre sea malsonante, ridículo o contrario a las costumbres, frente a las cuales nadie se rasga las vestiduras.

En un almuerzo distendido que tuve con dos abogados de Caracas, ambos no cesaron de comentar jocosamente las últimas ocurrencias del primer mandatario y con tono de preocupación, el contenido de la pretendida reforma a la constitución, en la cual no es sorpresa que Chávez apunta a un modelo socialista y totalitario, donde se crea, además de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial ya existentes, el Poder Popular; se elimina la autonomía del Banco Central; se eliminan los “latifundios”; se dan facultades extraordinarias al presidente que incluyen la eliminación del derecho a la información y a la debida defensa en caso de necesidad y se permite la reelección indefinida del mismo. Con tono de horror y sorna hablaron sobre el rumor de proyecto de ley, por el cual la patria potestad de todo niño mayor a tres años pasaría al estado venezolano; rumor que nadie ha confirmado a la fecha y que probablemente sea sólo el fruto de una imaginación asustada.

Cuando saqué el tema de la famosa lista de los cien nombres, ambos se silenciaron sobre el arroz con mariscos y uno de ellos dijo, revoleando lentamente un camaron con el tenedor, “bueno, esa sí es una buena idea…”. Y se largaron a contar cómo la hija de una amiga fue bautizada con una combinación del nombre de sus cuatro tías (palabra que recuerdo como “Yomalauni” o sonido similar) o de cómo alguna gente opta por utilizar sus propios nombres pero deletreados de forma inversa; por ejemplo, si el padre se llama Angel, la hija se llama “Legna” o si la madre se llama Yolanda, la hija se llama “Adnaloy”.

De ahí a “Toro Sentado” o “Gata Maullando al Sureste”, sólo queda un paso. No habrá nada de eso penado en la Convención de los Derechos del Niño?



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5 de noviembre de 2007

Parece que no me muero, después de todo

Y resultó que finalmente no me voy a morir. Por el momento. Aún tengo que pasar por trescientos cincuenta y cinco tratamientos médicos más, antes de verlo a San Pedro, incluyendo lavaje de intestinos, cirugía estética (no porque la necesite, obviamente) e implante de cabello (con el que estoy perdiendo con las inyecciones hormonales, ya estoy pidiendo presupuestos). No sea que por mí, vaya a entrar en recesión la economía del país, ya que es bien sabido que cuando los médicos ganan poco, dejan de comprar yates, mansiones en la playa, Ferraris y nos estancamos todos. Es una gran responsabilidad tener sobre los hombros el mantenimiento del sistema de salud mundial.

La radióloga que miró mi pecho a través del ecógrafo dijo que “qué lástima que no están acá mis estudiantes, porque lo que veo en la pantalla es de libro de texto”. No sé si eso es un piropo en el extraño lenguaje de hospital pero al menos me confirmó que no hay aneurisma. Y no me voy a morir. O tal vez sí, pero sólo si me agarra una de esas manifestaciones estudiantiles que hay ahora en Caracas y que ví hoy al llegar a mi hotel. Creo que no quieren la reforma a la constitución. O están a favor de la propiedad privada. O no les alcanza la leche. O se quejan porque nunca clasifican para el mundial de fútbol; no sé exactamente, pero se ven bien enojados.

Aún no tengo los resultados del análisis de sangre de la dos-dedos pero si logró sacarme algo, un día de éstos les cuento por dónde anda mi colesterol. Mientras tanto, llegaron la colorada y los remedios casi al mismo tiempo así que ahora sí, entramos en la cuenta regresiva.




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