31 de julio de 2008

Bloggers Choice Awards

Me anoté para el premio 2008 de Bloggers Choice Awards, en la categoría de Best Foreign Language Blog. Es una pavada porque hay miles y los que ganan siempre hablan de política, tecnología o chusmerío de famosos... Pero, ¿no sería lindo que se viera la infertilidad como un tema popular?
En fin, el que tenga un rato libre y me quiera añadir un voto, verán el botón a la izquierda de la página.

Y sigamos con lo nuestro...

28 de julio de 2008

Mi Angel y yo

Mi relación sinuosa con Dios es ya por todos bien conocida. No puedo negar su existencia, ya que, entre otras cosas, me quedaría sin alguien a quien echarle las culpas de todos mis males, pero no dejamos pasar ambos la oportunidad de alimentar una falta de simpatía mutua. Y si ya aceptar la existencia de un ser invisible, omnipotente, omnipresente y perfecto es un salto al vacío, ni hablemos de la iglesia, formada por seres humanos, por ende, sumamente imperfectos. Si alguien supuso alguna vez que era buena idea juntar a un puñado de hombres, ponerles un vestido largo y hacerlos responsables de reglamentar nuestro espíritu, es que, sinceramente Dios no tiene una buena agencia de relaciones públicas. Si esa institución, en su conjunto, ha ido desde la tortura a la Inquisición, la pederastia y el machismo, ¿con qué autoridad moral puede guiar mi alma? ¿A mí, cuyo peor pecado deber haber consistido en haberle robado el chupetín del recreo a mi compañera de banco?

Sin embargo y hablando de seres etéreos, los que me caen bien son los ángeles, en especial, los de la guarda. Me gusta la idea de sentirme protegida por seres invisibles que ni comen ni duermen y tienen sólo ojos para mí. Su presencia, aunque imaginaria, me tranquiliza. Sospecho que lo que hace a los ángeles de la guarda seres tan queridos es que no juzgan, no amenazan, no imponen; les da igual si un día le sacaste la lengua a tu vecina o si te pasaste la noche jugando al póker; no te abandonan si cometiste un error ni te recriminan haber congelado embriones; no asustan a los niños con el infierno ni se rasgan las vestiduras si escuchan una mala palabra. Siguen ahí. Impertérritos. Estoicos.

Yo suelo hablar con mi ángel por las noches, para que me proteja de los malos sueños; o cuando quiero paz; o cuando necesito enviar energía a un ser querido. Mi ángel no es la dulce cara de un querubín flotando entre nubes doradas y tocando el violín. No, mi ángel es alto y fornido; tiene el pelo largo, una espada al cinto y, a pesar de sus ojos dulces, pocas veces sonríe. Creo que es, más bien, un arcángel. Puestos a imaginar un guardaespaldas, lo prefiero audaz y decidido, que frágil y etéreo.

Y que nadie venga ahora a pincharme el globo y decirme que los ángeles no existen, que son una mera sombra de mi imaginación o una representación de la divinidad de mi persona. Porque ya estoy cansada de depender de mi persona. De mis aciertos y mis errores. Que sea El, quien arregle mis entuertos. Que sea otro el que se ocupe de resolver problemas, mientras yo duermo.



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20 de julio de 2008

¿Qué más querés?

“Te acompaño al médico, tomo mis vitaminas, hago ejercicio, no fumo, te escucho, ¿qué más querés?”. Se defendía O. ante mis acusaciones de que el tratamiento no parece ser su prioridad más alta, después de no haber ido a hacerse unos análisis el viernes. Reproches, a todas luces, infundados e improcedentes. Lo reconozco.

¿Qué más quiero? No lo sé. Quiero no hacer más tratamientos; no tener que pensar siquiera en protocolos y análisis de sangre; quiero no desear lo inalcanzable y quiero ser feliz. ¿Qué no me podés dar todo eso, aunque quieras? Lo sé. Y no, no pienso que por eso seas un mal esposo. De hecho, sigo sosteniendo que en la categoría maridos, y aun sin experiencia previa, sos lo mejorcito que he visto en el mercado. Con diferencia. (Excepto, claro, mi padre, que es perfecto). ¿Y por qué me la agarro con vos? Porque estás a mano, tal vez. Y esto recién empieza. Aún sigo tomando pastillas anticonceptivas; no quiero imaginar en lo que me convertiré cuando empiece con las inyecciones.

Ahora que lo pienso, creo que las sesiones de hipnosis no me han hecho mucho efecto. Tendré, probablemente, que perseverar.

Al día siguiente, en clara represalia, O. me chocó el auto. Que fue accidental, dice él; y yo digo que le creo. Aunque más no sea por el hecho de que mi marido podría hacer cualquier cosa a propósito, excepto rayar su BMW…

16 de julio de 2008

Día de Opinión

El título de mi nuevo blog sigue sin convencerme, pero ya me acostumbraré. De los muchos que dieron vueltas estos días, mi favorito era “Dana, la Bataclana”. Pero si bien sonaba estupendo, me abstuve de usarlo, al pensar que llegaría a tener un ejército de lectores frustrados, que habrían llegado a mi blog pensando ver señoritas revoleando los tobillos desnudos al viento, o sus alternativas modernas mas explícitas.

Pero no me pasé por acá para hablar de bataclanas esta mañana. Y sé que me voy a apartar de mis temas cotidianos.

Viví unos años en España, donde encontraba que era muy difícil ser políticamente correcta. Excepto que hablara de las probabilidades de lluvia, el potencial de ofender a mi interlocutor era muy grande. Viviendo en Madrid, una no tenía derecho a hablar de los problemas madrileños (sin que quiera ahora insinuar que existe alguno), siendo extranjera; ni mucho menos, hablar de otras regiones de España, donde ni siquiera estaba compartiendo las tareas cotidianas. Cada región, y me atrevería a decir, cada pueblo, en España, se auto-abastece de su propio chauvinismo y es así como los mallorquines se ríen de lo poco trabajadores que dicen ser los madrileños; los catalanes dicen que Mallorca es un pueblo de campesinos y todos se ríen de Lepe.

La que aquí relata, aún estando totalmente adaptada a mi entorno y reírme de los mismos chistes con los amigos españoles que todavía conservo (incluso hablaba de “tú” y me abstuve durante mucho tiempo de llamar “gallego” a alguien de, por ejemplo, Asturias), me limitaba a mirar, leer y escuchar cuando se tocaban temas de política, historia o bombas. De forma tácita, asumíamos mi imposibilidad de tocar temas controvertidos sin haber, por lo menos, vivido la historia local desde que andaba en triciclo. Parecía ser una cuestión de respeto; como si estuvieran velando a un muerto y yo, sin conocerlo, sólo pudiera murmurar, con los ojos bajos, “era tan bueno…”.

Pero la cuestión se complicó más. Cuando viajaba a Argentina, tampoco podía opinar mucho sin que me miraran con el entrecejo fruncido porque… ¡ya no vivía allí! Además, eran los años noventa, el Internet aún no había llegado a la calle y mi único contacto con la realidad del país era comprar un diario La Nación obsoleto, con tres o cuatro días de antigüedad, enfrente de la Plaza España de Madrid, para lo cual tenía que desplazarme una vez por semana desde el Barrio de Salamanca, en subte, en un viaje de, por lo menos, media hora y dos trasbordos. Es decir, no estaba muy actualizada que digamos. Y en Argentina, si te descuidas un par de semanas, te cambian el gabinete o el mismísimo presidente.

Así que ahí estaba yo, presa en el mundo del silencio. El loro barranquero, según O., sin poder opinar en ningún hemisferio. Luego me di cuenta que el mismo fenómeno se repetía en los sucesivos países donde me tocó vivir, por lo que comencé a desarrollar, casi sin querer, una franca habilidad, que aún conservo, para desviar las conversaciones hacia temas poco conflictivos tales como el nombre de los huracanes, la extraordinaria gramática de Borges o el sabor del café de Colombia.

Pero luego, pasaron los años... Llegó La Edad. Refrescante y liberadora. Llegó el momento en que te importa un pepino que decís o dónde lo hacés y te das cuenta, además, que nadie se desgarra las vestiduras.

Toda esta introducción vino a cuento para explicar por qué hoy me meto en camisa de once varas. Hoy es un día importante en mi país; se va a decidir si gana la sensatez o los discursos anacrónicos de hace treinta años y las maniobras pérfidas destinadas a que el gobierno robe del bolsillo de unos cuantos (sin importar quiénes son) más del ochenta por ciento de las ganancias de un trabajo duro y honrado.


Este blog está a favor del campo.



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14 de julio de 2008

Sigo buscando la cigueña

El asunto queda así: ¿Dónde está la cigueña? sigue en pie. Más calmado, sobrellevando los altibajos de mis emociones y hablando de aquello que nos define (o de lo que no). No esperen un recuento exhaustivo de mis inyecciones pero sí espero, algún día, contar uno a uno los pañales que cambie (¡con fotos!).

Como segundo experimento, ¡¡ya abrí un segundo blog!! Que emoción. Me siento la casa matriz abriendo su primera sucursal. Su nombre es Recuerdos de Viaje. Comenzaré con historias, reales o no, donde se prima el elemento viaje y luego veremos a dónde me lleva el teclado. Tardé mucho en encontrar un nombre (los mejores ya están tomados; que lo parió, cómo escribe la gente) hasta que decidí que nada se escribe con sangre. Recién estamos en maniobras de pre-apertura y aún faltan links y otras florituras pero las puertas ya están abiertas para quien me quiera visitar.

Gracias por estar ahí y nos seguimos viendo...

8 de julio de 2008

A veces, me ataca la ansiedad

Ya tengo mi turno en tres semanas con el hematólogo para que me recete el néctar milagroso de la heparina y están a punto de llegar mis medicinas por correo. No obstante, en mi empeño por reducir la ansiedad y los miedos que me rondan, sólo busco motivos para alejarme de la infertilidad.

La voz de Brian Weiss me guía en una relajación profunda por las tardes e insisto en mantenerme en actitud zen, pero el ladrido insomne de mis recelos no me deja en paz. ¿Qué he de hacer con este blog? Es como decía la Walsh “porque me duele si me quedo, pero me muero si me voy…”. Aunque la coraza es grande, a veces cede. A medida que van pasando los días y me acerco a mi tratamiento, van disminuyendo mis ganas de hablar de él. Lo que es más, no tengo ningún deseo de que nadie comente sobre él. No puedo más que poner el corazón en cada post, porque no sé hacerlo de otra manera, pero ¿qué pasa si me lo apachurran? No estoy en una época fuerte donde la espada de mi teclado es suficiente para defender la bravura de mis hazañas.

Sé que la gente que me rodea es mágicamente compasiva; que me escucha con oídos generosamente dulces y que, en el pasado, han sido el bastón que necesité para seguir caminando, pero Internet es muy grande y, a veces, oscuro. Basta que exista la posibilidad de que tan sólo una sola persona me hable de pérdidas, de estadísticas o de edad madura para que las manos me empiecen a transpirar mientras escribo. Y no se supone que el blog me tenga que provocar ansiedad.

No sé si “necesito” escribir, como dicen por ahí los galardonados; pero puedo decir que me gusta mezclar las letras y que si pudiera, sería lo único que haría en mi vida. Y así nació este blog, un poco para ponerle cara a mis emociones y otro tanto, para despuntar el vicio de la escritura, que tan abandonado tenía. Podría contar muchas cosas y sin embargo, ¿de qué puede hablar alguien en un blog de infertilidad sino es de infertilidad?

Tengo mucha fe en mi próximo tratamiento y no quiero que nada me la empañe, porque mi experiencia me dice que la fe es de muy difícil adquisición. Quiero mi oportunidad de ser normal, de entrar en la clínica como quien lo hace por primera vez, convencida de que voy quedar embarazada y sabiendo que tener un hijo a los cuarenta y dos, es lo más normal del mundo. Quiero un test de embarazo sin betas; ver las dos rayitas y decirle a O. “vamos a ser padres”. Así. Sin más. Como la gente normal. La del mundo de enfrente.



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1 de julio de 2008

Señales de vida

Me dijeron que descanse y yo ¿qué hice? Descansé.

La supuesta hipnosis fue más bien un ejercicio muy bueno de visualización. Llegar a mi lugar ideal imaginario; una playa paradisiaca, con palmeras y agua templada, relajarme y resolver problemas. Lo interesante fue la charla que tuve con la psico al acabar. Hablamos de la importancia de la relajación y de cómo nuestro subconsciente es capaz de resolver sus propios problemas, con un poco de entrenamiento y dedicación. Me dió un CD de meditación para escuchar en casa, al que aún no le pude echar el diente porque la grabación es tan mala que, en lugar de relajarme, me irrita.

Me dió también deberes, como en la escuela. La primera tarea fue la de alejarme de la computadora; ponerle un candado y cerrar los oídos a las sirenas que me llamaban desde sus foros, sus correos, sus videos, sus blogs, su Google y sus astrólogos. No fue tarea fácil. La psico quiere que disfrute de lo que la vida tiene de fértil y me convenció de que mi continua búsqueda de información sobre la infertilidad, no es más que una manera de querer controlar lo incontrolable y aumentar mi frustración.

La segunda tarea fue más agradable: ir a la playa. La parte más complicada fue encontrar una playa donde fuera posible mantener una cierta intimidad. Llegamos a Key Biscayne y nos instalamos con O. en la playa, el domingo al mediodía, luego de desayunar tranquilamente en Starbucks. Lo que debía hacer era acercarme a la orilla de un mar templado y ver como la corriente arrastraba la arena debajo de mis pies, llevando con ella todos mis problemas. Luego, observar el vaivén de las olas y concentrarme en mi respiración y mis sentidos. El sonido de las gaviotas, el brillo del mar, el olor a sal, la humedad de mis dedos. El objetivo final era grabar imágenes en mi memoria para su uso futuro.

En eso estaba, cuando un helicóptero comenzó a dar vueltas sobre mi cabeza; O. y yo, con el agua por las rodillas, nos miramos extrañados. A los diez minutos comenzaron a llegar guardavidas, camionetas y curiosos, mientras un tiburón de unos dos metros se deslizaba a pocos metros de nuestros pies, buscando su almuerzo, indiferente al revuelo armado en la orilla. La gente le apuntaba con el dedo, se acercaba, corría, sonreía, gritaba. Me hizo acordar a los pobres leones de Africa, que ya ni recuerdan cuando fue la última vez que comieron en privado y sin una docena de flashes fotográficos alrededor, mientras añoran los días en que su fama de bravíos les permitía comerse algún que otro cazador.

El problema que tengo ahora es que mis imágenes relajantes del mar y las gaviotas están seriamente teñidas de helicópteros y tiburones. No creo que sea, precisamente, el tipo de material que la psico quiere que use durante la transferencia…


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