4 de enero de 2008

Las fiestas en verano


Con algún kilo extra, regresamos ayer a la oficina y a un inesperado frío miamense de cuatro grados centígrados.

No sé que manía nos ha dado en Argentina por respetar las tradiciones navideñas de nuestros antepasados europeos, y servir, con cuarenta grados de calor a la sombra, lechón frío con ensalada rusa, arrollado de palmitos y matambre de pollo. De entrada. Para abrir el apetito. Luego, asado y parrillada completa, con budín de pan, papas con perejil y treinta y cuatro clases de ensaladas, especialidad de cada comensal, quienes insisten en “llevar algo para la cena”, incluyendo esa que la tía Chola hace todos los años de zanahoria y manzana, aunque todos le huyan como a la peste. Y por si quedó un poco de hambre, luego vienen la ensalada de frutas (con sidra y trescientas toneladas de azúcar), los turrones, mantecol, maníes con chocolate, garrapiñadas, nueces, almendras y el nunca olvidado pan dulce o “panettone”, parte de nuestra herencia italiana. Ni alquilando un estómago prestado por el día, somos capaces de terminar la comida y no queda más remedio que volver al día siguiente con los mismos platos y bandejas de plástico, a terminar el festín, ya recalentado y con los bordes secos.

Y como si en el juicio final nos fueran a juzgar por la abundancia generada al final de cada año, empezamos a destapar botellas desde que llega el primer invitado; como cortesía y para refrescarlo del acaloramiento de traer puesto los zapatos de vestir y venir arrastrando a sus niños, ataviados de domingo y abrazando una cantidad de explosivos y fuegos artificiales suficiente como para volar la Casa Rosada. Y basta descorchar el primer tinto para que aparezcan las sucesivas y, a veces, coexistentes, botellas de Torrontés, Pinot Noir, champagne, clericó, sangría, fresita, vinos espumantes, dulces, secos, brut, rosados, de moda y de tapa de rosca.

El asunto es que cuando te vas a levantar para brindar, se te duplican los comensales y el brindis se extiende más de la cuenta porque, inexplicablemente, chocar una copa con otra no es tarea tan fácil como se suponía.

Me pregunto si todo el hemisferio sur tendrá costumbres similares, en lugar de limitarse a un pollo con ensalada, como nuestra bikini ordena, o si estas tradiciones serán solo parte de nuestra acostumbrada exageración argentina.


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3 comentarios:

Unknown dijo...

Yo creo que lo peor es la mezcla...no nos decidimos...tomamos tradiciones de afuera pero a la vez le imprimimos ese "color local" tan particular...

Para fin de año me tocó (en el sorte de la comilona) colaborar con la ensalada de frutas, eramos 25...ESTUVE TODA LA MAÑANA PELANDO FRUTAS!!!!!!!!! probaron alguna vez pelas la ciruelas o los damascos? es uun trabajo ímprobo...mucho más si cuando lo realizas sólo pensás: PORQUÉ NO COMPRAMOS BOMBONES SUIZOS Y LISTO? POR QUÉ NO SE VAN A LA P....?
En fin, supuestamente la ensaladita tiene que ver con el período estival y esas cosas pero acto seguido...colocaron un tremendo matecol con nueces y chocolate!!!!!!!!!! encima me lo devoré!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
NO TIENEN PERDON DE DIOS!!!

Constanza dijo...

Me has hecho reir mchisimo!!!
Se ve que los argentinos somos sumamente exagerdos en el arte de getar una cena. Estoy de acuerdo en todo lo que decis...aun no entiendo porque cada uno lleva vitel como si fuera el plato unico de los 40 sentaados a la mesa, jaja.
en fin...asi somos. Los mejores deseos para este 2008!!!

Dana dijo...

Deyanira, las ciruelas es lo peor... Y a mi mamá, un año se le dió por meter uvas, sin cáscara y sin semillas!!
El vitel... Co!, me hiciste acordar; este año me faltó el vitel!

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