31 de octubre de 2007

Conjuro cuasi-celta de Halloween


Me dió la idea Ahoravaaserquesi hace unos días, me puse mi sombrero negro de pico y aquí voy:

Búhos, lechuzas, sapos, endocrinólogos, andrólogos y brujas.
Demonios, diablos, conejas fértiles, espíritus de los ovarios poliquísticos.
Cuervos, abogados, vendedores de Puregon y otros hechizos de la Madre Fértil.
Galenos inútiles hinchados de ganar dinero, agujas subcutáneas.
Mal de ojo, implantación fallida, hiperestimulación ovárica, truenos y rayos.
Ladrido del perro tuerto, semen sin uso y pata del conejo.

Pecadora lengua de baja respondedora casada con hombre viejo.
Infierno de espéculos y murciélagos saltarines, enfermeras insolentes, gata negra preñada y en celo; punciones sin anestesia.
Ovarios inútiles, endometriosis severa, betas negativas, maullar de gato sucio.
Consejos inoportunos de parientes curiosos; ecógrafos y lagartijas.

En las llamas de este fuego que se asemeja al del infierno, los quemaré a todos sin piedad y huirán las brujas en sus escobas, yéndose a bañar a la playa de las arenas gordas.

Oigan los rugidos que dan los que no pueden dejar de quemarse, quedando nosotras libres de los males de nuestra alma y de toda maldición.

Fuerzas del aire, tierra, mar y fuego, les hago esta llamada: si es verdad que tienen el poder de la Naturaleza, aquí y ahora, los invoco para que los espíritus de la Fertilidad no se despeguen de nuestra casa por muchos años y que a todas las mujeres de vientres vacíos, les lluevan niños con rostro de ángel
.”

26 de octubre de 2007

¿Necesitaré una clínica de rehabilitación?

Es evidente que el período de rehabilitación de las drogas para la fertilidad es más largo de lo que pensaba. Haber sacado turno con un médico clínico para hacerme un chequeo general no puede ser otra cosa más que un agudo Síndrome de Abstinencia.

Resultó que parece que tengo unos latidos algo extraños, cosa que puede ser síntoma de aneurisma en la aorta (que puede provocar derrame y muerte instantánea) o una muestra de que simplemente soy una persona de latidos estentóreos. No tiene aún muy claro cuál de las dos opciones es la correcta. Por lo demás, todo bien. Por lo menos, hasta que vea los resultados de los análisis.

Ayer fui con mi orden médica a sacarme sangre a un laboratorio que queda cerca de mi oficina. Tercer piso de un edificio dudoso en el que O. ni siquiera hubiera puesto el pie; con mucho sentido común, por supuesto. En mi caso, mi sentido práctico venció fácilmente a mi instinto de buscar otro laboratorio más lejos. Mientras esperaba en la sala casi vacía, miraba tranquilamente mi receta, sabiendo que tardarían un buen rato en llamarme. Decidí, en un momento de inspiración médica, agregar un par de análisis a la orden médica, justo arriba de la firma del doctor. Una pareja de argentinos, desde la pared de enfrente me miraban con caras de aburrido asombro. Al fin y al cabo, la sangre es mía. Puedo imaginar la cara del médico cuando le manden los resultados de la vitamina B12 y el acido fólico a continuación de los triglicéridos.

Me hace pasar adentro una cubana muy simpática con guantes de látex quien, entre cháchara y conversación, me pide una serie de datos personales; hablamos del clima, como es de rigor en estos casos, y me pregunta si me asustan o no las agujas. Fíjese usted que me son totalmente irrelevantes, sobre todo cuando las enfermeras tienen buena mano, como seguramente usted tendrá, digo yo en un miserable intento de adular a mi verdugo. Mientras arremango mi brazo izquierdo, la enfermera se saca sus guantes para tirarlos a la basura y ponerse unos nuevos. Ahí veo, con horror, que su mano derecha (no la zurda, sino su mano mas competente) sólo tiene dos dedos. No los guantes, la mano. Sólo se movía el pulgar y uno de los del medio, que no me atrevería a identificar por el nombre. Pobre mujer, dije para mis adentros, pensando en mí. No tengo nada en contra de incorporar al mercado laboral a alguien con una discapacidad tan mínima, excepto cuando su trabajo incluye insertar un elemento altamente punzante en mis venas. Alertas rojas nuevamente en todos mis sistemas básicos de supervivencia pero ya la suerte estaba echada. Cerré los ojos, miré por la ventana a través de los techos de la cercana Calle Ocho y me encomendé al Supremo.

Creo que ya he tenido suficiente adrenalina por el momento. Con ésto y un par de antibióticos más para la infección urinaria, ya satisfago mi necesidad médica hasta arrancar el ciclo el mes que viene.


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22 de octubre de 2007

Domingo de madres

Algo bueno tiene que haber en el hecho de tener a la familia a ocho mil kilómetros de distancia. Uno de los beneficios es elegir dónde quiere pasar una el día de la madre. Por ejemplo, en mi casa, acurrucada en el hombro de O. y mirando la última carrera de Fórmula Uno del campeonato, en lugar de en casa de mi hermana, con mis padres y otras tantas personas, haciendo todo el teatro y la alharaca como si el día de la madre fuera el día de la llegada del hombre a la luna o como si no hubiera habido otro día idéntico hace exactamente un año. Nada mejor que una breve llamada por teléfono. Mamá, que tengas feliz día, estoy en un celular y no te escucho bien; te llamo durante la semana. Ya está, pienso con alivio; el mundo de las madres esta allá lejos y yo, feliz, acá, comprándome unos zapatos.

Para acabar el día, estuvimos en casa de unos amigos que nos tenían guardado un rico vino español y la sorpresa de estar esperando el cuarto hijo, concebido en los últimos cinco años. Mientras la Coneja decía que le había venido de sorpresa, yo largué una de mis sonoras carcajadas y le recordé que sus hijos siempre parecen llegar de incógnito. Es posible que te agarren desprevenida una vez, pero no cuatro. Tras tomar lo que restaba de mi copa de vino creo que terminé tomando también su ración, ya que las preñadas no la necesitan, mientras mis neuronas parecían bolas de cristal que chocaban entre sí en silencio.

Y yo que tan contenta estaba con el pulpo a la gallega que me había mandado de almuerzo. Ahora no sé si una ilusión insolente quiere llevarme a pasear por el Cabo de Buena Esperanza en noviembre o si debo ir a comprar un buen quitamanchas, que me quite esa sombra que hay en mi corazón, que no es más que el estigma de mi maldición.



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19 de octubre de 2007

Me suena...

Cada mañana National Geographic me saluda en mi computadora con una foto especial. Esta foto está tomada en algún lugar del Pacífico y muestra un pequeño pez cabezón deambulando entre corales.
No se si yo tendré ideas fijas pero yo juraría que esta imagen es una copia fiel de una inseminacion artificial... (con un alto nivel de estimulación, diría yo, a juzgar por el número de óvulos)

16 de octubre de 2007

Recién llego de Punta Cana

Que los humanos y los chimpancés compartamos el 98% de la secuencia de ADN no me sorprende demasiado y, de hecho explica con claridad el talante, y a veces el porte, de alguna gente que conozco. ¿Qué hay en ese dos por ciento restante? Para empezar y descartando las características anatómicas, el tamaño de la corteza cerebral, que parece influir en el desarrollo del lenguaje, el oído, y el sentido del gusto.

El desarrollo de un complejo sistema de emociones, que va más allá de la alegría, la tristeza, el stress y la depresión parece ser también nuestro sello característico. No soy una persona hartamente emotiva pero maravillo ante la expresión humana. Por eso me gustan los aeropuertos. Las separaciones y los encuentros parecen hacer brotar los sentimientos al desnudo, sin filtro. Los aeropuertos parecen estar llenos de la impaciencia del viajero avezado y cansado; los celos de los viajantes en clase turista al pispear hacia los cómodos sillones del frente del avión; las lágrimas de los que quedan; las risas de los niños; la frustración del que espera; la ilusión del que parte en busca de algo que probablemente haya dejado en casa; el aburrimiento de los retrasos; la cautela de los primerizos y la furia de las cancelaciones, sólo por nombrar unos pocos.

Ahora que las colas son largas y que la seguridad en los aeropuertos exige pasar desnuda y sin marcapasos por los detectores, una tiene que llegar con tiempo a riesgo de perder el vuelo, y el trabajo, en la volada. A pesar de ir cargada con mis tantas chucherías electrónicas, que un día de estos me dejaran electrocutada, ese tiempo me sirve para observar la humanidad, cosa que a veces una olvida, sentada en la oficina, mirando una pantalla y viendo como pasan los barcos por el río de Miami.

Imagino que con el vuelo que me espera de más de veinte horas con sus respectivos transbordos, O. y yo tendremos tiempo de analizar hasta la composición emocional de los pilotos y la estructura física del aeroplano. Bueno, en realidad, O. más que yo, ya que yo en los aviones duermo como santa sin complejos.



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10 de octubre de 2007

Porque entre bueyes no hay cornadas


Poco tengo en común con una mujer que gana y gasta millones al mes; que saborea públicamente sus abrigos de piel y que convierte en oro todo lo que toca. Ahora bien, con una mujer casada a los treinta y pico, que lucha desesperadamente por completar su familia, que visita los consultorios de médicos de fertilidad y que le toca aplicarse inyecciones cada mañana; eso si lo puedo entender. Las mansiones, la ropa de Lagerfeld, los anillos de diamantes, todo eso lo puedo ignorar; el quejido de una infértil, que además, tiene a media humanidad escudriñando a diario cada rincón de su vida y cada bulto de su panza, eso me llega al alma.

No suelo estar muy al día de lo que pasa en Hollywood pero pareciera que últimamente, no hay mayor preocupación en este país que saber si Jennifer López está o no embarazada. Cada vez que abro Internet, miro la tapa de un diario u ojeo las revistas en el supermercado, allí esta ella, con una sonrisa, negando, ocultando, evadiendo. Si en su último FIV se gestó e implantó un bebé, debe haber muchas risas cómplices en su casa; si por el contrario, su fotografiada panza sólo es el resultado de hinchazón hormonal y pinchadas múltiples, como la de todas nosotras, ¡ay, cómo deben doler todas esas notas estúpidas de prensa!

Esta es mi carta de apoyo a JLo:

Estimada Jennifer:

No sé en realidad que me impulsa a escribir esta carta que nunca leerás. No espero respuesta, ni una foto ni un autógrafo sino que vengo a ofrecer una cálida mano de apoyo. De una mujer otra. De una mujer con problemas para concebir a otra.

Jamás he escrito una carta a alguien desconocido y ni siquiera estoy muy al día de lo que pasa en Hollywood; quizá no lo hubiera hecho sino fuera porque cada vez que abro alguna revista y leo que tú o alguien allegado a tu entorno tiene que desmentir rumores de embarazo, se me da vuelta el estómago. Este camino es lo suficientemente duro así como es; tosco, áspero, inagotable, como para tener que llevarlo con los faroles de la luz pública. Mis respetos por la gracia con que lo atraviesas.

Tengo cuarenta y un años, soy abogada, me casé hace seis años con el amor de mi vida y desde entonces estamos buscando un hijo que no encuentra el camino para venir. Comenzamos con muchos de los estudios con los que seguramente ya seas familiar; hemos pasado por seis fallidas fertilizaciones in vitro, inseminaciones, ultrasonidos, pergonal, follistim, lupron, HcG, repronex, exámenes hormonales, exámenes de sangre, exámenes genéticos, ICSIs, histeroscopia, eliminación de fibromas, inyecciones intramusculares de progesterona, cancelación de ciclo, embarazo químico, ausencia de fertilización, betas negativos, betas bajos, reposo, dieta, visualización y aun así, el bebé no llega. La casa sigue pulcramente ordenada y silenciosa, y las manos parecen cerrarse en el aire en cada intento. A veces me canso de todo este teatro, de esta puesta en escena, de esta preparación inútil para alguien que nunca llega; de poner mi corazón a la intemperie una y otra vez para que le den un par de martillazos y me lo manden de vuelta para reparación.

Y sin embargo, esta es una lucha que aunque cansadora, es imposible de abandonar por voluntad propia. Porque olvidar la idea de tener un hijo es más doloroso que las inyecciones, las desilusiones y el dolor en el pecho. Y porque sé que algún dia llegará el éxito.

“Si te postras diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas;
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.”
[Almafuerte]

Quisiera que perdonaras mi intromisión; mi carta indiscreta a ese rincón privado de emociones pero si los rumores de tu próximo IVF son ciertos, solo quería que supieras que somos muchas las que estamos en este barco y que estás en buena compañía. Quería desearte un tratamiento en paz y un niño que sin duda será hermoso.

Que Dios te bendiga
.”

Si alguien la ve, se la hacen llegar?



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9 de octubre de 2007

Los resultados de mi anterior encuesta son curiosos. De cien respuestas, casi la mitad dijeron que no pararían de hacer FIVs hasta tener un hijo; tanto más interesante es la respuesta por cuanto yo no aclaré en la pregunta que debían asumir que los fondos eran ilimitados. Es decir, la pregunta apuntaba más al lado emocional de cuánto estarían dispuestos a aguantar a pesar de los pinchazos, las hinchazones, la presión social, la pareja y todas esas cuestiones, sin importar el tema económico. Cuánto puede resisir el entramado del que está hecho el alma? Aparentemente y a juzgar por esta pequeña encuesta, el tejido es bastante resistente.

En preparacion a mi próximo aterrizaje, les dejo acá un nuevo cuestionario; esta vez abierto, ya que admite la opción de "Others/Otros". Nuevas ideas son siempre bienvenidas...

3 de octubre de 2007

Buscando buen “karma” en Sudáfrica

Este es mi último proyecto. Para que nadie piense que sólo estoy pensando en jirafas, les voy a contar quien es Mel y su trabajo en Bosom Buddies.

Mel es una extraordinaria joven sudafricana quien, en su entrenamiento como partera (en realidad, ella es una “doula”, quienes van un poco más allá y proveen también apoyo emocional), encontró humillantes diferencias entre las clínicas públicas y las privadas para las mujeres que daban a luz. Resumiendo lo que ella misma relata en su sitio de Internet, estas mujeres africanas llegan a los hospitales estatales en taxi, solas, a punto de dar a luz y con mucho miedo. Gas y epidurales normalmente no existen. No hay privacidad ni dignidad. Luego se van, en taxi, con su bebé a cuestas, sin ropas y sin una manta que cubrirlo, a las villas de donde vinieron.

En su experiencia, en las clínicas privadas, por el contrario, les regalan a las madres bolsas de cosas para su bebé que ni siquiera necesitan.

Mel decidió cambiar esa situación y si bien la experiencia del parto aún esta fuera de su alcance, con la ayuda de su iglesia, donaciones y algunos voluntarios preparan actualmente unas preciosas bolsas para cada madre y su recién nacido. Las llenan con escarpines, un enterito, un piyama, un sweater, un gorro, una frazada y algunos artículos descartables. También incluyen algunos productos para el bebé, talco, cepillo y pasta de dientes para la madre, unas galletas y una hermosa tarjeta casera. Las bolsas son cosidas por una voluntaria y son repartidas tres veces por semana, llegando en estos momentos al setenta y cinco por ciento de las madres que dan a luz en un hospital de Ciudad del Cabo y teniendo la intención de llegar a la totalidad a fines de este año. Entregan unas cuarenta y cinco bolsas por semana, hablan con las madres y les prestan una cálida mano de la que agarrarse durante unos instantes.



Su trabajo me parece fabuloso así que, tan pronto comencé a preparar nuestro viaje, me puse en contacto con ella con la intención de donar algunos artículos de más necesidad. Necesitan piyamas para recién nacidos y enteritos; también aceptan ropa de segunda mano, así que, la semana que viene y contra todas las ironías del destino ¡iré a comprar ropa de bebé!. También tengo pensado circular un e-mail por mi oficina (y la de O., si se puede) para recolectar la mayor cantidad de ropa infantil posible. Estoy muy entusiasmada con este proyecto.


(PD: Mel es la rubia que sostiene a ese niño con tanta dulzura)

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1 de octubre de 2007

Cómo van mis planes de viaje

Otro mes que ya se fue y menos días que quedan para mi tratamiento. Mi mente ya está en cuenta regresiva. Esa vez no voy a transmitir cada aguja y cada ultrasonido en vivo y en directo desde los confines de este blog, no sólo porque estaré a miles de kilómetros de casa y con poco acceso a una computadora sino porque además soy supersticiosa y pienso que al mantener, por primera vez, un perfil bajo, voy a conseguir engañar al Destino al no ponerlo sobre alerta de mis intenciones. Resumiré la aventura a mi regreso.

Ya tenemos los boletos comprados, con escala en Londres. Aún no se cómo voy a entretener a O., quien duerme poco en los aviones (y si no tiene nada que hacer, me despierta a mí) pero por lo pronto me acabo de comprar un chirimbolo fantástico que permite cargar todos los aparatos electrónicos (dígase de mi Ipod, Nintendo, Blackberry y demás mata-tiempos) a través del enchufe para auriculares que tienen los asientos del avión, ideal para estos vuelos inacabables en aviones que no tienen enchufes eléctricos.

También encontré y reserve un hotel precioso para hospedarnos durante la primera semana. Está algo alejado del mundo turístico, cerca de la clínica, tiene algo así como tres hectáreas de jardines y un spa que es justo lo que me recetó el médico para descansar del largo viaje y de las burbujeantes hormonas. Los días restantes, Dios dirá. Le dejaré a O. que elija un barrio que le guste, seguramente al lado del mar. Cualquiera diría que en su vida pasada fue marinero…

Estoy ahora en una tarea difícil que es la búsqueda de un buen safari. Dado que no paramos en Johannesburgo, donde parecen estar casi todas las reservas, ni puedo tomar píldoras para la malaria, por razones obvias y debemos estar sujetos a los horarios de la clínica, eso me deja como alternativa única, una reserva cercana a Ciudad del Cabo, en un ambiente libre de malaria y que tenga una buena recepción para los celulares. Definición demasiado parecida a un zoológico para mi gusto. Seguiré buscando.

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