31 de agosto de 2009

Empiezo a entender a los superhéroes

Llamada de la guardería, a las dos de la tarde.

- “No sé que le pasa a Maximiliano; está molesto, llora, se queja, pero no parece que le duela nada... ¿Quieres venir a verlo?”
- “OK, Berta, salgo para allá”


Salgo de la oficina, estaciono en la guardería, me quito el blazer, el celular, me descalzo y entro. Me pongo gel de alcohol y levanto en brazos a un Maxi quejosito y mimoso. Me siento en el suelo a darle de comer mientras le hablo, para calmarlo. Se comió sus seis onzas de fórmula en mis brazos, lo envolví y, aunque no se durmió, quedó acurrucado y tranquilo en su camita. Nunca sabremos que tenía.

Voy al baño, me quito las manchas de leche que los eructos de mi hijo dejaron en mis pantalones. Me subo al auto y vuelvo a la oficina. Me voy poniendo el blazer por el pasillo del estacionamiento. Hace como trescientos grados de calor húmedo y pastoso. Empiezo a transpirar. Voy acomodando los cuellos y puños de mi camisa en el ascensor. Arreglo el pelo y maquillaje. Entro a la oficina con paso tranquilo, como si hubiera bajado, simplemente, a tomar un café.

Esta doble vida me esta matando. Me siento Batman.


PD: sigo sintiendo reparos a poner fotos de mi hijo en Internet. Les dejo una pieza del rompecabezas: los expresivos ojos de Maxi…




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27 de agosto de 2009

Padres y mamaderas

Maximiliano tiene, normalmente, tanto sueño como su madre, cosa que es de agradecer. Se despierta una vez a la noche, a eso de las tres de la matina (durmiendo desde las ocho), toma su mamadera con los ojos cerrados, mientras la madre mira, en paz, capítulos viejos de “Stargate” o nuevos de “Warehouse 13” y, antes de su último provechito, ya está roncando de nuevo. Se vuelve a despertar alrededor de las siete de la mañana y su padre se encarga de alimentarlo. Debo reconocer que lo hace con alegría y sin protestar, aunque me deja saber que “no es lo normal”. .
Imagino la conversación que habrá desencadenado el comentario de O., dando mamaderas a su hijo, entre los vagos de sus compañeros de trabajo, que sólo piensan en andar en bicicleta, hacerse masajes y cambiar su BMW por un modelo nuevo. La idea de cambiar un pañal de sus hijos, a la madrugada, les debe parecer un plan tan agradable como hacerse un tratamiento de conducto.

Hace unos días, el gordito nos adelantó los horarios y a O. le tocó levantarse a las cinco y media.

- O., ¿le das de comer al nene?
- (O., con la lengua patinosa, luego de mirar el reloj) ¿y yo por qué?
- (yo, con los ojos cerrados y los músculos en estado vegetativo) Porque yo me levanté a la una
- Ahhh…


Pero yo sé que, a pesar del sueño, O. disfruta tanto como yo de su tiempo, a solas, con el peladito. Por la mañana, Maxi está siempre despierto y de buen humor. Toma su mamadera mirando a O. a los ojos y se ríe de todas sus morisquetas. Se ríe con los ojos, con las manos y con esa risa desdentada que te obliga a sonreir. Conversa acerca de sus planes para el día, largando una retahíla de vocales encadenadas, y practica, arriba de la cama grande, sus últimas habilidades de agarrar cosas con sus manos e intentar darse la vuelta. Después de todo lo que hemos pasado, ¿de qué otra forma se puede definir la felicidad?



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18 de agosto de 2009

Mi lista de regalos para el recién nacido

Primero, mi vida en resumen ejecutivo, incluyendo emociones adjuntas:

- se fueron mis padres, después de tres meses de visita. Sniff.
- Maxi comenzó a ir a la guardería. Sniff.
- Maxi se resfrió a los tres días de comenzar guardería. Sniff, sniff. Atchís.
- Llegó mi hermana a visitar al gordito y se queda diez días. Yuppiee.
- Pocas ganas de estar en la oficina. Zzzzzzz
- Juego al Lotto cada semana. Suspiro.

Ahora, a lo divertido. Otro día hilvano algo más emotivo.
Cuando estaba embarazada, pregunté a las sabias madres que me leen “¿cuáles son las cinco cosas más importantes para el primer año de vida de un bebé? Quitando, por supuesto, los consabidos cochecito, cuna, mamaderas y afines, ésta es mi lista de imperdibles, a casi cinco meses de comenzada mi odisea:

- Diaper Genie. Es como un agujero negro para pañales. Una los tira adentro y se olvida que existen. No hay olor, no ocupa más que un rincón y se vacía cada treinta pañales. Sólo hace falta un marido voluntarioso que los saque cada dos o tres días. Debí haber incluido éste en la lista, pero creo que están agotados (en sus dos acepciones).

- Muslin Wraps. Unas frazadas gigantes de Aden & Anais que servirán para envolver a mi bebé hasta que vaya a la universidad. La tela tiene una consistencia y suavidad parecida a la de la gasa y sin embargo, por arte de magia, el niño siempre está abrigado. Ideal para los tórridos veranos de este pueblo. Que los diseños sean super chic, no sobra. Eso sí, no le digan a sus medias naranjas cuánto gastaron por un par de trapos.

- Bouncer. No compré hamaquita, ni mecedora, ni corralito ni moisés pero pensé que, sin importar cuanto una adore a su hijo, iba a llegar un momento en que una lo tendría que depositar en algún lado, aunque más no sea para ir al baño sin tener que bajarse los pantalones con una mano. El instinto no me falló. Tiene movimiento de rebote y de vibración y (no es broma) "speakers" en estéreo alrededor de su cabeza, que me permiten enchufar el Ipod y ponerle música de, por ejemplo, Police o Ella Fitzgerald, en lugar de las porquerías esas instrumentales que vienen en todos los juegos para bebés. Maxi lo adora y duerme ahí sus buenas siestas.

- Aquarium. Es una bañadera que tiene un agregado para que el recién nacido se instale cómodamente con la cabeza apoyada en la amohadilla y el cuerpo en el agua. De esa forma, me quedan liberadas las dos manos y el pelado se me patina menos. De todas formas, a Maxi no le gusta que lo bañen y poco le importa el diseño de la bañadera. Desde luego, no es un niño Johnson.

- Esterilizador de mamaderas eléctrico. Esteriliza con vapor 6 mamaderas con sus tapas y chupetes varios, en 3 minutos (y mantiene el contenido estéril por 24 horas). ¿No es eso razón suficiente para estar en mi lista?

¿Votos a favor? ¿En contra? ¿Abucheos? ¿Silbidos desde la platea?



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4 de agosto de 2009

Cuatro Meses

Maxi ya cumplió cuatro meses, pesó seis kilos y medio y midió cincuenta y pico centímetros. Le gustan más las luces y el televisor que los juguetes y sonajeros pero su actividad favorita es la conversación. Desde que termina su mamadera de las seis o siete de la mañana, no deja de hablar en un lenguaje extraño que contiene muchas vocales. Creo que debe ser arameo y estoy trabajando horas extras en un código de traducción.
Si bien no llego a comprender todo lo que dice, sé que le gusta la conversación y no el monólogo, porque mira, expectante, con ojos risueños y espera que una le diga algo. Le encanta, por sobre todas las cosas, que le hagan preguntas, ya que le dan pie a explayarse en una mayor descripción de los hechos. Si después de la pregunta, digamos, por ejemplo, “¿cómo te fue hoy?”, una, además, se sonríe, Maxi larga una carcajada y luego contesta con un sonoro “ningueeeeiii”.

Es un chico, evidentemente, muy listo y por ello, juega con ventaja: yo no le entiendo ni papa pero él me entiende a mí. Cuando le pregunto, por ejemplo, “Maxi, ¿querés venir a bañarte?” y a pesar de disfrazar la pregunta con una amplia sonrisa, cual lobo feroz después de haberse zampado a la abuela, él me mira con ojos llorosos, extiende el labio de abajo por sobre el de arriba, en señal de “puchero”, y me grita “aaaiii”.

Recuerdo con angustia repulsiva los días de las beta-esperas. Y luego que la beta siguiera subiendo cada dos días. Y luego que pudiera pasar el primer trimestre. Y los análisis. Y las 28 semanas. Y la incubadora. Y recuerdo que las que, entonces, eran madres, me decían “olvidate ya, siempre va a haber algo para preocuparse: los dientes, la fiebre, el resfrío, el primer día de colegio”. ¡¡Mentira cochina!!! Es otra de esas falacias inventadas por quienes nada saben de la infertilidad. Nada, nada se compara con una beta-espera. Nada (asumiendo que una tiene un bebé normalmente sano) se asemeja al miedo de que tu hijo deje de existir. Así, “puff”, en un soplo. Hoy estoy, mañana ya no. Los niños son mucho, mucho más resistentes que los embriones…



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