10 de noviembre de 2006

El placer de romper las reglas

Recuerdo cuando era chica, solía inventar juegos con mis amigas cuando salíamos a jugar después del colegio. Me gustaba la calle y vivía en un pueblo así que aprovechaba hasta el último rayo de sol correteando con mis vecinos ya que sabía que con la penumbra llegaba el toque de queda. “A ver quien llega mas rápido hasta la esquina con un patín” o “Vamos a dar la vuelta manzana en bicicleta sin manos” o “Vamos a caminar por la vereda sin tocar ninguna rayita, dale?”. Eran tareas tontas que solo servían de excusa para pasar mas tiempo con mis amigos. Creo que los niños siguen inventando historias en esta época aunque es una pena que ya no anden solos por la vereda; tampoco había computadoras y los video juegos los descubrí recien cuando tenía doce o trece años.

Algunas veces, cuando salgo de la oficina a almorzar, voy caminando despacio para tomar la mayor cantidad de aire freso y para darle tiempo a mis piernas para que se desentumezcan después de tenerlas enroscadas todo el día alrededor de una silla. Hoy mientras iba hacia mi restaurante favorito, mire el suelo y pensé con una sonrisa “voy a caminar sin tocar ningún borde hasta la esquina” Claro, el efecto con tacos altos y cuarenta años es algo mas grotesco y espero que algún futuro empleador no me haya visto en ese momento, pero fueron los pasos mas refrescantes del día. Al llegar al final pise firme con ambos pies el borde entre la vereda y el cordón y recordé el lejano placer de romper una regla o una conducta predeterminada. Fue como darle un pisotón al castillo de arena que te tomo toda la mañana diseñar y ejecutar.

Un rato mas tarde, me llama O. para recordarme que habíamos quedado con una pareja de amigos para ir a tomar algo a un lugar de moda después de trabajar y el diablito que había nacido caminando con pasos de camionero se sintió como si le hubiesen adelantado el cumpleaños. No se si mañana el ángel cauto y fértil, desde el otro rincón del ring le pegara una patada bien puesta al rojo pero hoy, después de muchos meses sin alcohol, me voy a tomar un martini de manzana en honor a mi infancia y al sabor de la rebeldía. Salud!

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