16 de octubre de 2007

Recién llego de Punta Cana

Que los humanos y los chimpancés compartamos el 98% de la secuencia de ADN no me sorprende demasiado y, de hecho explica con claridad el talante, y a veces el porte, de alguna gente que conozco. ¿Qué hay en ese dos por ciento restante? Para empezar y descartando las características anatómicas, el tamaño de la corteza cerebral, que parece influir en el desarrollo del lenguaje, el oído, y el sentido del gusto.

El desarrollo de un complejo sistema de emociones, que va más allá de la alegría, la tristeza, el stress y la depresión parece ser también nuestro sello característico. No soy una persona hartamente emotiva pero maravillo ante la expresión humana. Por eso me gustan los aeropuertos. Las separaciones y los encuentros parecen hacer brotar los sentimientos al desnudo, sin filtro. Los aeropuertos parecen estar llenos de la impaciencia del viajero avezado y cansado; los celos de los viajantes en clase turista al pispear hacia los cómodos sillones del frente del avión; las lágrimas de los que quedan; las risas de los niños; la frustración del que espera; la ilusión del que parte en busca de algo que probablemente haya dejado en casa; el aburrimiento de los retrasos; la cautela de los primerizos y la furia de las cancelaciones, sólo por nombrar unos pocos.

Ahora que las colas son largas y que la seguridad en los aeropuertos exige pasar desnuda y sin marcapasos por los detectores, una tiene que llegar con tiempo a riesgo de perder el vuelo, y el trabajo, en la volada. A pesar de ir cargada con mis tantas chucherías electrónicas, que un día de estos me dejaran electrocutada, ese tiempo me sirve para observar la humanidad, cosa que a veces una olvida, sentada en la oficina, mirando una pantalla y viendo como pasan los barcos por el río de Miami.

Imagino que con el vuelo que me espera de más de veinte horas con sus respectivos transbordos, O. y yo tendremos tiempo de analizar hasta la composición emocional de los pilotos y la estructura física del aeroplano. Bueno, en realidad, O. más que yo, ya que yo en los aviones duermo como santa sin complejos.



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1 comentario:

Niurka Dreke dijo...

Si, Dana, muy cierto lo que dices de los aeropuertos, son escenarios perfectos para atisbar la diferencia, son como una version compactada de la vida misma, uno sale renovado, como si cuando uno saliera de ellos el tiempo pasara mas lento. Ojala que hagas el viaje de noche para que se te vaya una buena porcion durmiendo, porque de dia es mas forzado dormir, ya te las arreglaras para hacer de todo. Bueno, esta no es la despedida, todavia falta, dijiste mediados de noviembre, estamos pendientes todas de eso, de verdad es muy emocinante para todas nosotras lo que vas a hacer. No sabes la merd que te deseo. Carinos/

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