29 de noviembre de 2006

Quien dijo que no puedo opinar?

Gracias por las felicitaciones de cumpleaños! Este año he decidido hacer mas ejercicio y no cumplir mas años.

Les cuento que el otro día tuve el disgusto de conocer a un niño insoportablemente malcriado. Debo reconocer que alguna vez he dicho que no me gusta hablar de los hijos por temor a encontrarme frente al argumento de que quien no los tiene, no puede opinar. Además, con los genes de O. y los míos, nuestro hijo biológico tendría un alto potencial de ser caprichoso, contestador, malcriado y un poco cínico, por ende, nunca un buen ejemplo (con el tiempo, se cansaría de hacer travesuras e igual sentaría cabeza, creo…).

Bueno, me rectifico; ese argumento es una estupidez. Quien estableció la regla de que hay que hablar solo de aquello que se ha vivido? Con ese argumento nadie podría hablar de computadoras sin ser ingeniero, ni de peces, sin haber sido pescado. Quedarían sin contenido los innumerables tratados sobre la inmortalidad del alma, cuestión altamente debatible, hasta tanto fuera probada fehacientemente la eternidad de la misma y serian imposibles los argumentos metafísicos. Donde quedarían además los grandes novelistas de la historia? No creo que pueda considerarse a Alejandro Dumas un fraude por no haber sido tuberculoso, como Margarita Gautier o a Victor Hugo un mentiroso por no haber robado pan en su vida, como Valjean.

Ahora que he desmontado otra de las tantas falacias que nos consumen, atájense niños malcriados que a la primera de cambio, les viene un tirón de orejas.


27 de noviembre de 2006

Hoy cumplo años

Hoy es mi cumpleaños. Merde. Los cuarenta tienen algo de “glamour” pero los cuarenta y uno ya suenan decadentes. Y sin vender una escoba, como diría mi madre. Tampoco es que fuera mi intención entrar al ramo comercial de los artículos de limpieza pero tener uno o dos hijos si estaba en mis planes a estas alturas.

Lo único decente de este día es que nos lo tomamos libre con O. y estamos esquiando. El frio debe ser bueno para conservarse mejor; al menos funciona para los pollos que tengo en el freezer, por que no habría de ser igual conmigo.

Merde. Mejor me emborracho como dice el tango, “me mamo bien mamao, pa’ no pensar”. Salud.

25 de noviembre de 2006

Los pequeños engaños

Estoy de viaje y haciendo lo imposible por actualizar el blog... (perdon si me retraso en contestar mensajes)

Otra de las lectoras de esta pagina mencionaba días atrás que nadie sabe “la piel que nos toca vivir”. Y me pareció una frase muy sólida y muy real en este sub-mundo en que nos ha caído en suerte movernos. Mucho se ha hablado de las caretas y de los disfraces que usamos los seres humanos para sobrevivir. Vivimos en un baile de mascaras; giramos alrededor de la pista con una sonrisa por fuera y miles de pieles por detrás. La mayor parte del tiempo nos basta con el placer que produce el sonido de la seda del disfraz al dar un giro inesperado y con el convencimiento de que la comunidad que nos rodea también sonríe. Es una especie de ilusión colectiva que ayuda a que la vida sea mas tolerable, porque si bien es difícil vivir a cara descubierta, tanto mas lo es vivir con la piel al desnudo de los demás.El disfraz añade un elemento de sorpresa y de fascinación; lo elegimos nosotros, lo vamos mejorando día a día mientras seguimos bailando y nos fascinan como brillan las lentejuelas bajo la luz tenue del salón.

Si dejáramos de bailar y nos despojáramos del disfraz, el espejo nos devolvería una realidad cruda, la realidad de la imperfección humana y de la magnitud de lo que desconocemos en esta vida. En esa piel estarian talladas todas las marcas, las alegrías, los desencantos, los triunfos y las lagrimas que nos tocaron en esta vida; los hijos no encontrados, los perdidos y los hallados; los amores descartados y los consumidos. Y quien quiere ir por ahí en pelotas? Que hay de terrible en querer usar un poco de maquillaje y unirse al carnaval si con ello damos un poco mas de luz en nuestra existencia?

Es como creer en Dios. No se si Dios existe o no, pero aun si alguien tuviera pruebas irrefutables de su inexistencia, quien tendria el atrevimiento de decirle a millones de creyentes en el mundo, que encuentran en Dios consuelo y descanso espiritual, que es tan solo una chispa de nuestra imaginación?

22 de noviembre de 2006

Amigas en la adversidad

Una lectora de este blog me pregunto como apoyar a su amiga que acaba de pasar por el mal trago de tener un FIV sin éxito, lo que es realmente un gesto generoso y demuestra que el primer paso, que es buscar información, ya esta dado. La respuesta puede ser difícil, incluso para mi, ya que hay situaciones para las que no hay consuelo, solo es posible llorar y esperar a que el dolor vaya amainando rogando a Dios que el impacto haga la menor mella posible en el alma, ya que no hay mas remedio que recoger lo que queda y seguir luchando. Que decir cuando se ha perdido a un ser querido? Que decir cuando el amor de tu vida se va?

La mujer infértil lleva el luto de los hijos que nunca tuvo pero que debió haber tenido y la esperanza hace que ese luto sea interminable y por ende, más doloroso. No importa la armadura que una se invente para protegerse de las malas noticias, siempre existe la esperanza de que el mes siguiente va a ser distinto. Y eso sucede mes, tras mes, tras mes. Año tras año. Es como una herida que se abre continuamente, sin posibilidad de cicatrizacion. Ademas, a medida que los procedimientos médicos avanzan, el cuerpo se somete a procesos invasivos y pareciera que el plantel de la clínica de fertilidad se ha trasladado a tu habitación. Por todas esas molestias además se paga una pila de dinero y la cuenta corriente en descenso se agrega a la pena emocional.

Las necesidades de una amiga con problemas de fertilidad no son universales y para complicar mas la cosa, van cambiando con el tiempo. La eterna optimista que recién comienza y piensa que su problema es pasajero es fácil de sobrellevar; mientras que la que lleva unos cuantos tropezones en su camino, tiene el alma muy sensible, a pesar que a veces no se le note. Esta es la que hay que tratar con más cuidado ya que la veterana, quien ya paso sus años más oscuros, tiene a la infertilidad como parte de su vida y piensa que, si bien la situación es una merde, ya no amerita ser consumida en ella.

Ya he hablado de no decirle que se relaje, ni que hay peores cosas que podrían pasar, ni minimizar el problema, ni que “será el designio de Dios”. Tampoco hay que hablar de adopción, salvo que ella lo mencione primero.

Es muy difícil querer apoyar a alguien que esta pasando por sus “años de luto” porque cada cosa que le digas tiene el potencial de herir. Es un momento agónico para ella ya que el mundo circula alrededor de la fertilidad (o de la ausencia de ella); no hay esperanza sino tan solo una extraña sensación de abandono. Es un lugar muy doloroso que solo evoluciona con el paso del tiempo; en ese momento mantener la cordura es lo prioritario, lo demás pasa a segundo plano. Mi mejor consejo en esos casos es mantenerse a mano, pero a distancia; dejarle saber que estas ahí por si quiere hablar, no hablar, mirar una película, decir malas palabras a duo, llorar o salir a mirar vidrieras; y si no quiere hacer nada de eso, que sepa que también esta bien, que estaras ahí para cuando salga de ese bache. Invariablemente va a salir pero no hay nada que puedas decir que la vaya a hacer sentir mejor. Solo con saber que estas cerca, se aliviana algo la carga ya que es bueno saber que una no esta sola en el camino. En algún momento del futuro, la amistad volverá a tomar forma otra vez pero en estos momentos, ella no tiene más energía que para enfrentarse a la horrible lucha que tiene delante.

20 de noviembre de 2006

La perfeccion no es humana

Bueno, no me saque el Lotto el fin de semana y encima me toco salir de viaje de trabajo. No me malentiendan, me encanta viajar pero los viajes de trabajo con poco tiempo, solo sirven para resecar la piel, hinchar mis tobillos y aumentar mis ojeras. Nada sexy para mi futura ovulación. Moriría antes de reconocer que ya me canso más que antes y le echare la culpa al sistema endocrino que, al parecer y dicen las malas lenguas, sufre con los viajes. Esa es la única adicción que aun no soy capaz de eliminar. En mi viaje por el maravilloso mundo de la fertilidad (no es un titulo tentador para un documental?) he eliminado, entre otros hábitos, el café, el cigarrillo, el vino tinto, los helados, el azúcar y la crema pastelera. Lo que no me quito Julia, me lo saco la china y como no quería sobre mi conciencia que existiera la menor posibilidad de haber cambiado un hijo por una docena de churros rellenos, no me quedo mas remedio que claudicar. Sin embargo el sabor por los viajes, el sonido de los aviones, los olores extraños, las sabores exóticos y los hoteles de montaña, siguen ejerciendo sobre mí una eterna fascinación. Es la única cosa divertida que me queda y pienso defenderla, aunque solo sea por rebeldía.

No niego que mis nueve primeros meses de vida austera y ciento por cien natural, produjeron excelentes resultados en mi cuerpo pero después de cinco FIVs puedo ya sacar ciertas estadísticas personales. Mis peores ciclos fueron los que hice sin intermedios decentes pensando que estaba corriendo carrera con el tiempo. No se equivoquen, el tiempo gana siempre, así que no vale la pena esforzarse. Una vez que una se libera del tic-tac del reloj, entonces una se puede tomar tres, cuatro o incluso cinco meses entre tratamientos y vivir como un ser humano normal y social en lugar de decir “tendrás un te descafeinado de hierbas, sin azúcar ni edulcorante?”. Son como unas vacaciones y puedo tomar una copa de vino con amigos o comer un salamin sin sentirme culpable. Esta bien, me sigo cuidando en general pero en cuanto siento la necesidad de auto flagelarme, recuerdo que al fin y al cabo, los seres humanos imperfectos también tienen hijos.

17 de noviembre de 2006

Es cuestion de estadisticas

Este fin de semana el Lotto de la Florida tiene un premio de treinta millones de dólares. Una cifra razonable para mantener en pie a mi familia, aun incluyendo cinco generaciones de vagos. Dicen que la probabilidad de ganar el Lotto en la Florida es de una en veintitrés millones. La gente hace colas con ojos llenos de sueños y billetes cada vez que existe este tipo de pozos y es cierto que la posibilidad de que alguien acierte es mayor, debido a la gran masa de jugadores, sin embargo, y este es el punto donde cae la falacia, la probabilidad de que una combinación especifica gane es la misma: una en veintitrés millones.

O. se preguntaba anoche que similitud existirá con la probabilidad de tener un hijo.

Vamos ver, si el veinte por ciento de las parejas son infértiles y cada mes existe un cinco por ciento de probabilidad de quedar embarazada para mujeres de mi edad, tenemos que por mes y en condiciones óptimas tenemos un uno por ciento de probabilidad de preñez. Si a eso le restamos el stress, el cansancio, las fiebres, las gripes, los viajes, los “hoy te toca empezar a vos/ no, te toca a vos”, las infecciones urinarias, los huracanes, los jefes mal llevados y mal traídos, los sustos de los impuestos y el magro apoyo del destino, el porcentaje se reduce dramáticamente a la mitad, lo que nos deja un mísero medio punto porcentual de dar en el blanco.

Sin embargo medio en cien sigue siendo un muy alentador panorama comparado con uno en veintitrés millones. Y si somos capaces de jugar al Lotto con la alegria y la esperanza de quien tiene en sus manos el potencial de ser millonario, por que no vamos a ser capaces de tener por lo menos el mismo nivel de expectativa acerca del milagro de la concepcion?

Quien te dice que no nos toquen los dos… Es sabido que los niños vienen con un pan debajo del brazo…

15 de noviembre de 2006

Oraciones

Hace mucho que no rezo a conciencia, sin contar el hacer la señal de cruz cada noche y en realidad, delegar la tarea ya que O. la hace por los dos, limitándome por mi parte a decir “amen”. Mis padres son católicos, tengo un tío sacerdote, una tía monja, he ido a colegios católicos toda mi vida y nunca he podido sentir en mi corazón ninguna de mis oraciones. Esta visto que la fe no se adquiere por codearse con religiosos, que las revoluciones comienzan por dentro y que Rubén Blades no tiene razón cuando dice que “se cree que con Dios conectando a uno, conecta a diez”.

El hecho es que no soy atea; pero mi mente racional cree que Jesús fue un hombre extraordinario y que Dios esta para cosas importantes, como por ejemplo… crear el mundo. Preguntarle a Dios que puedo hacer para tener un hijo seria como preguntarle a Bill Gates como ponerle un password a un documento de Word.

Anne Lamott es una escritora que me fascina, me entretiene y me hace llorar, todo en una sola pagina. Ex-alcoholica, intelectual, madre soltera y paranoica de un niño de siete años, tiene un estilo irreverente y humorístico de las cosas que me atrapa en cada una de sus obras. Estoy leyendo su libro “Traveling Mercies, Some Thoughts on Faith” (Algunos Pensamientos sobre la Fe) y entre risas y lagrimas me cuenta como de su pasado oscuro llego a creer en Dios y en si misma. Dice que sus dos oraciones mas poderosas son “Ayúdame, Ayúdame, Ayúdame” y “Gracias, Gracias, Gracias”. Admiro en cada hoja su habilidad para creer en ese Dios casero y amigo que la guía cada vez que tiene que tomar una decisión y me pregunto que hay que hacer para dar ese salto y vivir tan cerca Dios. Debe ser un alivio tener un hombro de ese tamaño donde apoyarse.

En los últimos días el tema de las oraciones me ha llegado por varios sitios. Desde la calcomanía en el guardabarros trasero del coche de adelante que decía en letras gigantes “Dios es el camino”, hasta el comentario de una de las lectoras de este blog, pasando por la extraña visita de una amiga mía, no excesivamente religiosa, a una virgen de su barrio para pedir por mi niño. Me pregunto si Dios ha dejado las sutilezas de lado dado mi alto nivel de escepticismo y me esta enviando señales cada vez mas directas para que me ponga a rezar de una vez por todas…

La verdad es que no se ni por donde empezar pero imagino que si es bueno para Lamott, será bueno para mi. “Dios, ayúdame, ayúdame, ayúdame a tener mi hijo/a”

13 de noviembre de 2006

Otra vez la temperatura baja

Ya me volvió a bajar la temperatura. Merde. Hace solo diez días desde esa extraña ovulación que tuve y ya tengo la temperatura como si me fuera a llegar la colorada mañana mismo. Quizá me llegue; lo mas probable es quien sabe.

El otro día me preguntaba O., después de pispear subrepticiamente mi grafica de temperaturas del mes y sospechar que el descenso de los últimos días no indicaba nada positivo, como era eso del termómetro diario. Muy fácil: me mido la temperatura cada mañana antes de bajarme de la cama y la anoto en una hoja; durante el periodo folicular, la temperatura esta en su nivel mas bajo, luego de la ovulación, se comienza a producir progesterona, la que incrementa la temperatura corporal en mas o menos medio grado; si hay embaraz, la temperatura se mantiene alta, sino, vuelve a bajar y se produce la menstruación y así sucesivamente cada ciclo. Hay un libro muy bueno sobre como medir los periodos de ovulación de forma natural y la verdad es que después de tantos años, una se va haciendo experta en el lenguaje del cuerpo y el arte de la infertilidad. El libro se llama “Taking Change of your Fertility”.

En fin, tengo algo de rabia hoy; espero que el ciclo siguiente sea mejor y ya tengo pensado utilizar un arma nueva en esta guerra que dicen que es infalible: empezar a rezar…

10 de noviembre de 2006

El placer de romper las reglas

Recuerdo cuando era chica, solía inventar juegos con mis amigas cuando salíamos a jugar después del colegio. Me gustaba la calle y vivía en un pueblo así que aprovechaba hasta el último rayo de sol correteando con mis vecinos ya que sabía que con la penumbra llegaba el toque de queda. “A ver quien llega mas rápido hasta la esquina con un patín” o “Vamos a dar la vuelta manzana en bicicleta sin manos” o “Vamos a caminar por la vereda sin tocar ninguna rayita, dale?”. Eran tareas tontas que solo servían de excusa para pasar mas tiempo con mis amigos. Creo que los niños siguen inventando historias en esta época aunque es una pena que ya no anden solos por la vereda; tampoco había computadoras y los video juegos los descubrí recien cuando tenía doce o trece años.

Algunas veces, cuando salgo de la oficina a almorzar, voy caminando despacio para tomar la mayor cantidad de aire freso y para darle tiempo a mis piernas para que se desentumezcan después de tenerlas enroscadas todo el día alrededor de una silla. Hoy mientras iba hacia mi restaurante favorito, mire el suelo y pensé con una sonrisa “voy a caminar sin tocar ningún borde hasta la esquina” Claro, el efecto con tacos altos y cuarenta años es algo mas grotesco y espero que algún futuro empleador no me haya visto en ese momento, pero fueron los pasos mas refrescantes del día. Al llegar al final pise firme con ambos pies el borde entre la vereda y el cordón y recordé el lejano placer de romper una regla o una conducta predeterminada. Fue como darle un pisotón al castillo de arena que te tomo toda la mañana diseñar y ejecutar.

Un rato mas tarde, me llama O. para recordarme que habíamos quedado con una pareja de amigos para ir a tomar algo a un lugar de moda después de trabajar y el diablito que había nacido caminando con pasos de camionero se sintió como si le hubiesen adelantado el cumpleaños. No se si mañana el ángel cauto y fértil, desde el otro rincón del ring le pegara una patada bien puesta al rojo pero hoy, después de muchos meses sin alcohol, me voy a tomar un martini de manzana en honor a mi infancia y al sabor de la rebeldía. Salud!

8 de noviembre de 2006

Paranoia

Definitivamente una no sabe cuantos agujeros tiene en el techo de su casa hasta que no le cae un buen chaparrón. Hoy me debato entre la hipocondria y la más directa paranoia.

Cuando creía que estaba diez puntos, después de unos fantásticos días de ocio y casino, el día de la ovulación comencé a tener unos dolores que me doblaban al medio. Me tome un analgésico y me pase todo el día pateando piedritas por los rincones, sintiéndome muy baja de energía y de moral. Al día siguiente me levante con bastante dolor y el abdomen hinchado. Merde. Será que no puedo vivir sin sorpresas? Y como el universo sigue empeñado en que siga aprendiendo mas y mas sobre el mundo fascinante del sistema reproductivo (mi próximo paso debería ser estudiar medicina), al día siguiente, aun con molestias al caminar y la panza como un tambor, llame al ginecólogo quien tuvo la deferencia de verme el mismo día. Me toco esperarlo un buen par de horas en el consultorio porque los turnos que revientan su agenda tienen prioridad pero finalmente me hicieron pasar. La enfermera que me acompaño desde la sala de espera llevaba mi expediente bajo el brazo haciendo un gran esfuerzo; comparado con el resto de los expedientes, el mio parece Godzilla; cuando yo llego, creo que ni siquiera lo buscan por apellido, le debe decir una a la otra “agarra ese! El que ocupa todo el estante…”. Un tiempo atrás, una de las enfermeras me dijo: “ya eres como de la familia…” y pense que, si ese es el caso, con gusto me anoto en la lista de huerfanos.

Después de un ultrasonido, el medico me aseguro que no me preocupara, que todo se veía bien y que me debería sentir mejor en un par de días. Me mando hacer análisis de sangre y un cultivo para descartar que hubiera algún tipo de infección importante. Me dijo también que cuando estos casos son aislados suelen ser porque quizá el folículo fue más grande de lo normal y pudo haber expulsado líquido o pude haber liberado dos óvulos en lugar de uno. Ante esa última posibilidad se me cayó la mandíbula; mientras me la recogía pensaba en la bendición que seria tener el doble de posibilidades este mes y en lo enrevesado que tendría que ser el destino para darme mellizos naturales a los cuarenta años y después de cinco años de búsqueda…

Sigo a la espera de los resultados de los análisis y mientras tanto, las agujas que me clavo hoy la acupunturista las sentí como si mi piel hubiera duplicado el número de terminaciones nerviosas. “Un poco sensible hoy, eh?” dijo ella mirandome con el ceño fruncido. Un rato mas tarde alguien que conozco me dijo que a ella le había pasado algo parecido el mes pasado pero fue de tanta gravedad que la tuvieron que internar y ponerla bajo morfina. Diagnostico: un quiste que se reventó en su ovario. Escuchar esa historia puede ser equivalente a terrorismo psicológico; en mi mente circularon imágenes que iban desde ovarios poliquisticos (enfermedad bastante frecuente en infertilidad) hasta endometriosis y tumores malignos. Me imaginaba embarazada y con una enfermedad incurable, tratandole de explicar a O. como usar el micro-ondas despues de mi ausencia. El ataque de pánico me lo quito en cierto modo la enfermera que me llamo para decirme que los análisis estarían listos para el viernes y la que con voz cansada y obvia me contesto: “nah… si hubiera un quiste, lo hubiera visto el doctor en el ultrasonido”. Suspire aliviada y acaricie mi barriga aun abultada mientras pensaba “ah… aun estamos en carrera este mes…”

7 de noviembre de 2006

Del inicio de la vida

Hace tiempo escuche un acalorado debate en España sobre el tema del congelamiento de embriones, donde se encontraban varios representantes a favor y en contra de determinados tratamientos de fertilización. Recuerdo una frase que me hizo mucha gracia; ante la pregunta a un medico especialista en reproducción sobre cuantos embriones tenían en ese momento congelados en su clínica, él respondió algo como “aproximadamente mil” y allí salta un sacerdote y dice indignado: “Pero vamos, tiene usté congelao a todo un pueblo”.

El debate sobre el momento exacto de la formación de un ser humano es histórico y seguirá existiendo ya que es un tema que involucra creencias religiosas y filosóficas, y por lo tanto, altamente debatibles y capaces de generar grandes pasiones. Yo nunca he pensado en los embriones no desarrollados como pérdidas de hijos; la sensación de pérdida terrible que me toca arrastrar después de cada intento fallido es otra, la de soledad, de oportunidad perdida, la de un deseo incrustado muy adentro del pecho que no puede ser complacido: el deseo de transformar una pareja en una familia. Filosófica y personalmente creo que el embrión no se convierte en vida hasta la implantación, hecho que sucede alrededor del sexto día después de la fertilización; y aun así, ese concepto de vida es muy limitado hasta su conversión en feto, cosa que se produce en la octava semana de embarazo. Hace varios años, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, ante los embates de anti-abortistas que querían definir la fertilización del ovulo como el inicio de la vida, convirtiendo así en delito la destrucción de un embrión, emitió una resolución afirmando que no era posible contestar la pregunta de cuando comienza la vida humana en términos científicos claros. También es cierto que si algo no es científicamente comprobable, no quiere decir que no exista, pero significa al menos que cualquier teoría tiene el potencial de ser correcta.

Al parecer, los antiguos estoicos y los romanos clásicos no le daban entidad al embrión, percibiéndolo como parte del cuerpo materno así como un fruto cuelga de su árbol. La visión opuesta la mantenía Platón, quien le daba al embrión autonomía ontológica. Recién en los primeros siglos después de Cristo los romanos comenzaron a penalizar el aborto, pero no en el contexto de los crímenes contra la vida sino que se consideraba como una supresión de los derechos del hombre a tener un sucesor. La iglesia, filosóficamente influenciada por las teorías platónicas, se alineo desde un principio con la idea del embrión como entidad independiente y prohibió categóricamente el aborto. No obstante, las ideas de la época y la posición original de la iglesia distinguía el comienzo de la existencia humana con la presencia de forma humana y movimiento en el embrión, lo que se decía sucedía alrededor del día cuarenta. Con el tiempo esa distinción se perdió pero los debates continúan.

6 de noviembre de 2006

Mi historia con O.

Nuestra historia con O. tiene muchos recovecos y muchas alegrías. Nos conocimos en la universidad, mientras el estudiaba Económicas, igual que mi hermana y mi compañera de departamento, y yo Abogacía. Nos hicimos amigos, luego nos veíamos con más frecuencia y por fin, la atracción no nos dejaba estar separados. Fuimos novios durante más de un año y yo nunca había querido tanto a nadie. El destino, ayudado sutilmente por O., nos separo después de mi graduación y yo con el corazón roto en sesenta y siete pedazos me fui a hacer mi post-grado a Madrid. No supimos nada uno del otro hasta tres años más tarde en que nos encontramos en la boda de mi mejor amiga. El me pidió que volviera y yo, aun con las heridas abiertas, me limite a decirle que aun me quedaba mucho mundo por recorrer. Siete años mas tarde, la fuerza del destino hizo que un antiguo amigo común se encontrara con O. en la calle, que yo viajara a Argentina en invierno a visitar a mis padres y que este amigo nos invitara a ambos a cenar en su casa. Los dos solteros e intercambiando la misma electricidad de siempre, como si el tiempo no hubiera circulado. Ocho meses mas tarde estábamos viviendo juntos y un año después nos casamos.

En diciembre vamos a cumplir cinco muy felices años de casados. Desde el fondo de mi corazón pienso que siempre debimos estar juntos y que, si las almas gemelas existen, el es la mía y yo soy la suya. Aunque solo sea por eso, me resulta tan difícil creer que de esta unión no pueda nacer un hijo.

5 de noviembre de 2006

Cosas que pasan

Espero no herir la sensibilidad de nadie con este post pero he descubierto que mi marido a veces se inquieta con este blog.

La semana pasada estábamos de vacaciones, tirados panza arriba al sol cual lagartos sin patas, y la vida era bella. La libido andaba en su apogeo, con tanto descanso y tan bonita arena caribeña. De vuelta en Miami, la cuestión cambia radicalmente y los días de semana se convierten en sagrados ya que el tiempo libre es escaso. Si hay que elegir entre hacer el amor y cenar, normalmente uno opta por la barriga llena, ya que las necesidades se van llenando según un orden de prioridades que a veces tiene que ver mucho con el instinto de supervivencia. Desafortunadamente, durante la semana mágica, el deber esta por sobre todas las cosas y a veces hay que hacer un esfuerzo extra para no dejar pasar ninguna oportunidad.

Anoche, para animar un poco el ambiente, puse música celtica y recién bañada y perfumadita, espere a O. en la habitación. Sin embargo, los problemas saltan de los lugares más inesperados. En mi afán por lucir lo mejor posible, use en mi ducha nocturna un nuevo jabón exfoliante, natural y con perfume a lavanda, que, aunque muy agradable al olfato, resulto ser extremadamente seco para mi piel y elimino todo rastro de humedad de mis partes intimas visibles. El tema es que cuando estábamos listos para la guerra, el general de la batalla se negó a avanzar diciendo que el terreno era extremadamente áspero y escabroso como para arriesgar su mejor soldado. Entre risas por la situación, se nos fue el momento aunque un buen rato mas tarde, finalmente cumplimos con la misión. Alabado sea el Señor.

Dos segundos antes de dormirse, ya con los ojos cerrados, O. me dice: "no me quiero imaginar mañana tu blog..."

3 de noviembre de 2006

Cuando es tiempo de abandonar?

Durante los primeros días después de mi fallido quinto ICSI me sentí muy cansada. Me costaba respirar hondo y se me caía el pelo mas de la cuenta; sentía que había agotado mis recursos y no tenía ningún motivo para pensar que el próximo tratamiento iba a ser mejor que los anteriores, mucho menos si lo intentábamos de forma natural. Había algo en mi cuerpo o en la unión de nuestras dos cadenas de genes que se negaba a perpetuarse y no tenía modo de averiguar por que. Un mes mas tarde aun me sentía agotada, quería cerrar los ojos y olvidarme del problema que estaba más allá de todo nivel, no ya de control, sino tan siquiera de supervisión. El nacimiento seguía siendo un misterio y tal vez era así como debía quedar, aunque ello significara que yo nunca iba a tener la posibilidad de ver a mi hijo. Algunos días me levantaba con ganas de luchar y, escuchaba la voz de O. que decía incansablemente, “vamos a poner todo de nuestra parte mientras podamos, demos gracias al cielo de tener los recursos para hacerlo y no nos obsesionemos con los resultados; mientras nos tengamos el uno al otro, todo va a estar bien.” Otros días me levantaba con ganas de patear la computadora y odiando cada segundo de mi vida desde el momento en que decidimos tener un hijo. Por ventura esos segundos habían sido también los más felices de mi vida, por lo que la ambivalencia solo lograba aumentar mi dolor de cabeza pero me mantenía en pie.

Nunca me dio envidia el resto de la humanidad pero me preguntaba que era lo que a mi me hacia tan especial. A veces, sin quererlo, me quedaba mirando a alguna mujer embarazada que veía el supermercado o en la mesa de al lado de un restaurante intentando captar el secreto detrás de sus facciones pero nada; no lograba ver el patrón común que unía a las preñadas, conjunto del cual había quedado excluida por alguna extraña razón. “Que tiene ese cuerpo que no tenga yo?” decía mi mirada inquisidora.

Como podía seguir creyendo que algún día iba a llegar a tener un hijo? Como podía seguir manteniendo la fe? Y aunque algún día olvidara la idea de tener un hijo biológico y optara por la donación de óvulos, que me garantizaba que aun así, iba a quedar embarazada? La cuestión es que en esta vida no hay garantías, ni seguridad ni seguro contra las sorpresas. Y aunque por alguna fracción de segundo me encontré en la disyuntiva emocional de seguir buscando respuestas en mi lucha contra la infertilidad, aunque ello significara mas desilusión y mas dolor o aceptar que existe la posibilidad de que quizá nunca llegue a tener un hijo y así rendirme al destino que, de todas formas, seguía haciendo lo que le daba la gana, ese pensamiento era simplemente fugaz. Alguna gente puede preguntarse cual es el impulso masoquista que me lleva a exponerme una y otra vez a tanto sufrimiento pero es que dejar de intentarlo no es una opción para mí. Porque olvidar la idea de tener un hijo es más doloroso que las inyecciones, las desilusiones y el dolor en el pecho.

Lo que me lleva a la pregunta que muchas ya se han hecho antes: cuando es tiempo de tirar la toalla? Sin temor a equivocarme, sospecho que cuando el dolor de seguir intentándolo es mayor que el dolor que supone el abandonar la lucha.

2 de noviembre de 2006

La vegija no quiere cooperar

Estamos en la semana “mágica” y yo con infección urinaria… Resulta que una se dedica todo el mes a tapar los agujeros del colador tomando mis hierbas, tes, vitaminas, algas, verduritas y demás comida orgánica y libre de antibióticos para que el agua reviente por un resquicio olvidado.

Llevo años con estas benditas infecciones que van y vienen y no se deciden a encarar la retirada definitiva. Después de varias visitas a médicos y urólogos, descubrí que no hay razón aparente para la aparición de las infecciones, excepto quizá una pequeña sobredosis de sexo (y no se de que otra manera concebir; lo intente con FIVs pero no resulto…). Según el medico, parece ser que la vagina esta muy cerca de la vejiga y a veces el roce produce irritación. Que cual es el mecanismo de la irritación para producir infección? Es uno de los tantos misterios médicos, lejanos a mi comprensión.

Durante mucho tiempo tome religiosamente los antibióticos que me recetaba mi medico pero hace ya mas de un año decidí probar métodos mas naturales y menos agresivos con mi cuerpo. El mejor resultado lo obtuve con el arandano (“cranberry”), esa frutita roja, chiquita que tiene un sabor mas acido que la soledad. Aunque se consigue en capsulas, encuentro que es mas efectivo el jugo (orgánico, por supuesto) ya que cumple la doble misión de incorporar mucho liquido al sistema urinario. Entre los dos litros de agua que hay que tomar cada día, el jugo y los tes de hierbas, bien podría instalar un inodoro en mi oficina para no perder tanto tiempo…

Ayer mi acupunturista me agrego otras hierbas para acelerar el proceso de curación y algo de todo eso parece estar funcionando ya que hoy el ardor ha disminuido bastante.

El único objetivo en mira de todas formas en estos días es el sistema reproductivo y la inminente ovulación, por lo que, cual soldado en tiempo de guerra, habrá que dejar de lado los sistemas secundarios, ponerse el casco, empuñar el fusil y disparar hasta dar en el blanco…

1 de noviembre de 2006

El matrimonio y la infertilidad

Es sabido que la infertilidad pone el matrimonio a prueba pero también te enseña la garra y el relleno de la persona con la que uno se caso.

O., que no es el hombre mas paciente de este planeta, merece un gran premio por ayudarme en todo momento a mantener la cabeza sobre mis hombros cuando yo sentía que pisaba con los omoplatos y por sostener mi corazón cuando estaba a punto de reventar en pedazos. Además de seguir calladamente todas las instrucciones (del medico y de la bruja que tiene al lado) y a pesar de sus aprehensiones a las agujas, le toco la inhóspita tarea de aprender a ponerme inyecciones intramusculares. Cualquiera le echa mano a una subcutánea pero una aguja de cinco o seis centímetros inspira poco menos que respeto. Dado lo vital que es la progesterona en los días posteriores a la ovulación y puesto que no se puede asumir que el cuerpo va a producir la cantidad de hormona necesaria para la subsistencia del embrión, es practica común la indicación de inyectarse progesterona natural hasta la prueba de embarazo, y durante el primer trimestre, si la misma es positiva. Aunque otros doctores optan por otro tipo de aplicaciones, mi medico pensaba que el nivel de absorción de las inyecciones intramusculares era muy superior a otros métodos por lo que me toco dejar mi cola librada a la pericia de O. Debo admitir que se transformo en un experto.

A diferencia de otras parejas, la nuestra se fortalecía con cada cachetada que nos daban. Debo también reconocer que tenemos los dos una naturaleza optimista que casi raya en la estupidez. O. siempre ha estado convencido que tarde o temprano vamos a tener un hijo y yo le creo; es el mas chapucero de los autoengaños pero funciona, lo que deja demostrado lamentablemente nuestro bajo nivel de sofisticación. Los peores momentos, aquellos que se sienten como una patada en el estomago, fueron los “días después” de cada intento frustrado; esos días contenían mas dosis de realidad de la que estábamos dispuestos a tolerar, por lo que cargábamos con la tristeza a cuestas, juntábamos los pedacitos de corazones y seguíamos con nuestra vida.

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